En los días previos al 27 de septiembre circuló con fuerza un rumor en la mayoría de los medios de comunicación, provocado por noticias originadas en el exterior pero replicadas en Chile: que el mundo podía terminar ese día –ayer – como resultado de la aproximación de un enorme cometa, causante de grandes desastres en el planeta en los últimos años.
Se invocaba incluso factores tales como la coincidencia del 27 de febrero con este pronóstico para un 27.
¿Alguien goza u obtiene beneficios provocando terrores entre los más crédulos?
Todo falso, no sólo acreditado por los acontecimientos (escribo un día después del fin del mundo) sino porque nunca hubo fundamentos para tales afirmaciones, salvo en las mentes de quienes las formularon.
El cometa Elenin es un cuerpo pequeño con una órbita que excede los 10 mil años y puede llegar a los 11.800.
Suponer que el terremoto de hace 20 meses en Chile o el de Japón después fue provocado por este cometa es por lo menos una liviandad.
No hay relación alguna de los cuerpos que pasan por el espacio con los terremotos u otras manifestaciones tan propias de la vida del planeta, salvo que impacten sobre él, lo que si bien es posible, resulta poco probable.
De hecho, tanto la ciencia como los conocimientos trasmitidos por otras vías sostienen que el último acercamiento de un planeta con efectos sobre la tierra – que incluso pudo haber sido un gran impacto planetario – habría sucedido hace 4.100 millones de años, es decir, en las épocas del nacimiento de nuestro planeta.
Lo demás son eventuales caídas de meteoritos, como la que podría haber sucedido hace 70 millones de años, época descrita como la de la desaparición de los grandes animales y de muchas especies sobre el planeta.
Estas falsedades circulan más profusamente gracias a las nuevas comunicaciones, particularmente internet, pues todo se difunde con tanta velocidad que lo que alguien dice como conjetura se transforma en verdad al correr de un par de semanas en las que los correos electrónicos se reproducen por miles.
Hasta el año 2010 el rumor que se repetía cada año era que el 27 de agosto (tienen obsesiones con el 27) el planeta Marte se acercaría tanto a la Tierra que se vería del tamaño de la luna llena.
Lo increíble no es que algunos lo digan, sino que año tras año se repite lo mismo, por cierto no sucede, pero los medios de comunicación vuelven a tomar la misma “noticia” y hacen programas, reportajes y entrevistas esperando que ello sea verdad.
¿Ingenuidad? ¿Engaño deliberado? ¿Mero negocio?
Ahora, pasado el 27 de septiembre, se nos dice que en realidad hubo un cálculo equivocado y que el acercamiento sucederá el 11 de noviembre, razón por la cual habría que esperar que ese día se acabe el mundo: ¿11 del mes 11 del año 2011?
Jugamos con los números, faltando no sólo el respeto a la numerología y las disciplinas esotéricas en general, sino sobre todo a las personas a quienes se engaña de modo burdo y ridículo.
Ninguna predicción seria anuncia el fin del mundo. Hemos tenido anuncios catastróficos, todos los cuales han fallado.
Hemos tenido catástrofes, ninguna de las cuales está relacionada con eventos astronómicos.
Hemos tenido predicciones serias, no de terremotos propiamente, sino de dolores humanos que pueden relacionarse, a posteriori, con los hechos sucedidos.
Dijimos que al terminar el año astrológico 2009, es decir, cerca de marzo de 2010, Chile lloraría.
Nadie podía decir con certeza que sería un terremoto o maremoto, pero así fue. Y Chile lloró.
Porque las predicciones pueden tener que ver con la energía humana y la conciencia cósmica, sin olvidar que, aunque sea en un pequeño porcentaje, los seres humanos tenemos la capacidad de modificar los acontecimientos con nuestras propias decisiones.
No se acabó el mundo: tenemos mucho por delante, sobre todo la responsabilidad de hacer de nuestro planeta un lugar cada vez más amable, más amoroso, más justo.
Más humano y más divino.