A muy pocos turistas que viajan a París se les ocurre darse una vuelta por Auvers-sur-Oise, a pesar de que es un pequeño poblado lleno de atractivos que bien podría valer la pena visitar.
Se trata de una localidad de 7.000 habitantes, a 25 kilómetros de París y con fáciles accesos por tren o por auto. Lo interesante del asunto es cómo esta pequeña comuna ha sido capaz de sacarle partido a sus encantos, proeza que constituye una verdadera lección para nosotros, que tenemos muchas cosas, pero que no sabemos qué hacer con ellas.
El centro de todos estos atractivos es la breve estadía de Van Gogh en Auvers en las últimas semanas de su vida. Algunas iniciativas son ejemplares. En primer lugar, se han hecho valer como “monumento nacional” los trigales en la parte superior de la ciudad, por haber sido pintados por la mano de Van Gogh (Trigales con cuervos) en varias ocasiones.
Hoy día estos campos se pueden visitar tal como existieron a fines del siglo 19, porque un dictamen de las autoridades prohíbe lotear estos terrenos o realizar proyectos inmobiliarios que pudiesen atentar contra este maravilloso paisaje.
Hasta los cuervos son considerados como parte del patrimonio de la región y si alguien pretendiera hacerles daño, se alzaría de inmediato una acción jurídica en su contra.
Circundado por estos campos de trigo se encuentra el cementerio de la ciudad, donde pueden visitarse las tumbas de Vicente y Théo cubiertas de hiedra y con sencillas lápidas de piedra en las que los turistas del mundo entero vienen a depositar sus pequeñas ofrendas.
Este mismo cuidado se le brinda a la mayoría de los rincones y casas que aparecen en los cuadros del pintor, los cuales están señalados en paneles con reproducciones donde el observador puede ubicarse frente al paisaje en el mismo lugar en que el pintor se ubicó para pintar.
Esto facilita la comparación entre lo real y lo intervenido por el arte. Estos paneles comprenden también obras de artistas como Pisarro, Cézanne, Daubigny que también llegaron a estos lares.
Entre las obras de Van Gogh, puede usted admirar la famosa iglesia con su forma atormentada, la municipalidad embanderada para las fiestas patrias, el Jardín de Daubigny y hasta la pequeña cabeza egipcia en el dintel de una casa de la calle principal.
Si usted es curioso, puede visitar el albergue donde se hospedó Van Gogh hasta su muerte, visitar el altillo con su modesto mobiliario y si usted lo desea, almorzará en el restaurante todavía en funciones y hasta en la mesa donde Van Gogh fue depositado cuando llegó caminando hasta el lugar con una bala en el estómago. Caminando por la calle alta del pueblo, llegará usted a la casa del doctor Gachet, hoy día transformada en un museo, el médico pintor y amigo de los impresionistas que intentó rescatarlo de la locura.
En el centro del pueblo, se encuentra un pequeño parque en el que la Asociación de amigos de Van Gogh financió en 1961 un monumento en su homenaje, hecho por la mano del gran escultor bielorruso Ossip Zadkine.
Pero no se crea que toda la actividad artística y creativa del pueblo se reduce a lo que gira en torno a Van Gogh.
La ciudad, consciente del interés que ella posee para los artistas, ha construido viviendas especialmente diseñadas para ellos, con grandes espacios, con altos ventanales, con una galería de exposición y que pueden ser arrendados a muy bajo precio si usted acredita ser artista plástico profesional. Eso ha creado una dinámica muy particular, con mucha oferta de exposiciones, de talleres de artes plásticas en los colegios, transformando a Auvers en una gran comunidad de artistas de todos los géneros.
Todos los años, tiene lugar un festival de música clásica muy reputado, un festival de jazz donde han actuado las más grandes figuras mundiales de ese tipo de música, y en toda época se puede asistir a recitales de poesía, conciertos y otros eventos que han ido fortaleciendo el carácter artístico de esta comunidad.
Últimamente, como una muestra de la vitalidad y del interés que tiene la ciudad por su propio pasado, se ha instalado una compañía teatral (Engrenage théâtre) cuyo objetivo principal ha sido volverse hacia la historia de la ciudad y buscar temáticas en las vidas de los propios habitantes de Auvers.
En septiembre del 2010 se presentó una obra escrita especialmente por una chilena residente en Auvers (Alejandra Carrasco) — nunca faltan — que basándose en entrevistas de ancianos del lugar contó la historia vivida por este pueblo en los últimos cien años. La misma compañía se encuentra en la actualidad preparando una nueva obra sobre la vida campesina.
Lo que quiero decir es que todo esto es igual que en Chile.
La última vez que pasé por Parral, traté de ubicar la casa donde nació Pablo Neruda. No la encontré. No había tampoco ninguna indicación en la calle, y si no es por un vecino que me indicó el lugar donde se ubicaba antes de su destrucción, no habría sabido cómo encontrarla.
Pero no se preocupen, en Francia hay decenas de calles, plazas y escuelas que llevan el nombre de nuestro poeta. Sin ir más lejos, al lado de Auvers, en Mery-sur-Oise, está la “Escuela Pablo Neruda”. Felizmente, estamos salvados.
Tenía sus razones Acario Cotapos para proponer que vendiéramos Chile y nos compráramos algo más chico, pero cerca de Paris.