Uno cuando es chico se pasa películas sobre cómo será el día en que se cumplen cuarenta años… y yo creo que nadie le achunta. Yo pensaba que ya sería un famoso astronauta, un célebre músico, un consumado director. Pero la vida no es una película, y resultó ser que soy un director no más, con suerte medianamente conocido en su paisito con nombre de condimento y forma de pasillo (y más encima ahora ni vivo en él).
Es un día raro porque cambio el folio, porque es mi tercer cumpleaños en el extranjero, porque tengo casa y novia argentain, y porque ya no soy director sino produtor ejecutivo.
Así es, me convertí en mi peor enemigo, el pelotudo que apura a los demás, que está pendiente de las platas y los plazos, y que nunca considera el factor humano (es horroroso, pero sé que será momentáneo; ya me cambiaré de nuevo a mi silla favorita).
Mis cuatro décadas se cierran hoy a las 6:00 de la tarde (fue un jueves nublado en el Hospital Regional de Ancud), y estaré donde habitualmente me he pasado más tiempo del que puedo contar: la sala de edición.
Y como es habitual: apurado, incendiado, con la sensación de que con más horitas podría afinar el corte, corregir color, musicalizar mejor, hacerlo como se merece. Y como es habitual: no hay presupuesto, el cliente lo quiere ya, las máquinas fallan, todo eso. Same old shit, pero buena onda.
Cumplo fuckin’ cuarenta: mi guata existe pero no es indecente, mis canas existen pero “me dan un toque” (cito), todo me cansa más pero no tengo que trasnochar en la pega (bueno, a veces), y en general, me tomo las cosas con más calma y distancia. Como veo será por siempre, nadie me echa la edad que tengo (lo que es bueno y hartas veces apestoso), y la música cada vez me sorprende menos. Esto último no me gusta, pero es cierto: o todo está muy malo, o estoy mal informado, o… ¿me estoy poniendo viejo?
Lo importante es que estoy feliz, tengo una novia hermosa y una buena pega en una ciudad estimulante y libre de smog y horrible acento chileno (el minis-tróh, el cen-tróh, la trah-parencia… es un asco). De Chile no echo de menos nada excepto el mar y mis gentes queridas; de acá no idolatro nada y me da risa la forma de hablar.
Cumplo cuarenta respirando aires buenos y esperanzado y optimista… y estoy orgulloso de este escenario que nunca soñé de chico y que, como dicen acá, tá re-bueno.