Los hechos políticos más importantes que han tenido lugar en los últimos tiempos, como los movimientos democráticos en los países árabes, las protestas de los movimientos ecológicos y las protestas en contra de las políticas gubernamentales en diferentes países – como, por ejemplo, la que ha tenido lugar en España en los últimos días – se han generado a través de la utilización de lo que se ha denominado “las redes sociales”, es decir, las formas de comunicación instaladas a través de Internet y que permiten el libre intercambio de información y hacen posible las convocatorias a las diferentes causas que se han ido poniendo a la orden del día.
En Chile ha aparecido el mismo fenómeno, que ya ha dado origen a la “revolución de los pingüinos”, durante el Gobierno Bachelet, y a las actuales protestas por la instalación de centrales Hidroeléctricas en la Región de Aysén.
Lo interesante de estos movimientos es que ellos muestran un grado de masividad sorprendente, pero, además, un carácter espontáneo que marca un cambio radical en la manera de hacer política. Esta revolución consiste en que estas movilizaciones no son orientadas ni dirigidas por los partidos políticos, los que ante el poder masivo de estas acciones quedan evidentemente a la zaga.
Desde hace algún tiempo, los observadores han ido mostrando que en las sociedades democráticas actuales los ciudadanos han ido perdiendo su interés en la política, incluyendo en este desgano a los partidos. Es muy posible que este hecho se deba a una desconexión que se ha ido produciendo entre la acción de los partidos y los intereses ciudadanos.
Algunos políticos nacionales que se han dado cuenta de esto han intentado hacer propuestas que eludan las confrontaciones y ofrezcan soluciones en el sentido de “los verdaderos intereses de la gente”, partiendo de la base de que estos ya no son como antes, intereses puramente políticos o ideológicos, sino concretos y específicos.
En Chile, buena parte de los ciudadanos están desencantados con la política y eso es una consecuencia del sistema actual que establece una distancia excesiva entre la opción incluida en su derecho a voto y las decisiones que toman los candidatos elegidos. Nuestra acción ciudadana se limita a elegir a los que deciden, sin que tengamos ninguna participación en las decisiones que estos toman.
Por otra parte, dado el sistema binominal imperante en nuestro país, las opciones para decidir a los elegibles son tomadas por los partidos, hasta ahora prácticamente sin participación ciudadana. Esta situación, de la que se benefician tanto los políticos de derecha como los de izquierda, genera una indiferencia hacia los políticos que aparecen como los que están decidiendo los resultados en la lucha por el poder sin mayor participación ciudadana. ¿Por qué interesarse en algo en lo que finalmente no tenemos muchas posibilidades de intervención?
No es extraño entonces que aparezcan estos movimientos ciudadanos al margen de los partidos y que sean ellos los que comienzan a protagonizar las luchas verdaderamente decisivas en nuestra actual situación histórica.
Las redes sociales e Internet han permitido desarrollar formas de democracia que ni siquiera soñábamos hace solo algunos años.
La posibilidad de una democracia más directa se abre paso en el horizonte y no se ve por qué los ciudadanos no puedan participar directamente en las decisiones que les competen si las condiciones técnicas para ello ya existen. ¿Por qué elegir al que decide, si yo puedo decidir por mi mismo a través de Internet, sobre todo lo que me concierne? Los partidos políticos se hacían imprescindibles cuando las instancias de poder estaban obligadas a ser representativas. Pero hoy día los ciudadanos pueden expresar directamente sus opciones y no necesitan a nadie que hable por ellos.
Por eso es muy posible que en los años que vienen veamos acentuarse esta tendencia hacia la deflagración de los partidos. Y esto no significará un peligro para la democracia, como pronostican algunos, sino al revés, una profundización de ella.
En la Grecia antigua, debido a que la vida política tenía lugar entre un número reducido de ciudadanos, fue posible la democracia directa. Los cargos más importantes eran elegidos por azar, y todas las medidas importantes eran decididas por mayoría. No había candidatos, ni representantes, nadie estaba obligado a hacer promesas de campaña, ni a someter las decisiones ciudadanas a los vaivenes de la publicidad, no había intermediarios.
Curiosamente hoy día, con Internet y con las redes sociales, nos estamos acercando a una situación parecida a ésta y no sería raro que por fin la democracia pudiera llegar a ser un “plebiscito permanente”, tal como Renan acostumbraba definirla.
Quizás lo que ahora viene es un adiós a los políticos, para darle la bienvenida a los ciudadanos.