La experiencia trágica de 21 chilenos en el mar Pacífico nos rompe el alma a los que habitamos este país, enfrentado periódicamente a desgracias causadas por la naturaleza o que surgen de nuestra relación con el medio ambiente.
Sufro por sus vidas extinguidas de tanto valor individual capaz de plasmar en el colectivo sus talentos solidarios que señalan un camino para salir del egoísmo personalista que muchas veces nos invade.
Los que alcanzaron relevancia pública y aquellos que trabajaron desde el anonimato, dejan una herencia hermosa, para la sociedad, sus familias y sus amigos.
La muerte cerró un ciclo para este puñado de compatriotas, empeñado en ayudar a levantarse a la comunidad y por dar cuenta mediática de una acción relevante, pero abrió los vasos comunicantes del alma humana.
El amor y el dolor se funden en esta hora aciaga, donde cada uno de los 21 tiene una historia que rompe la barrera de la indiferencia.
Deseo sinceramente que sepamos recoger la herencia que nos dejan y que sus seres queridos tengan la fortaleza para superar este momento gris y amargo.
Un mensaje fraterno con la emoción y el dolor de un chileno del periodismo y las comunicaciones.