Este 2014 la Asociación Chilena de Empresas de Tecnologías de la Información, ACTI, cumple 30 años desde que fuera creada, en 1984.
Treinta años que han permitido configurar una entidad que reúne a socios de grandes, medianas y pequeñas empresas empeñadas todas en apoyar el crecimiento del país y el mejoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos a través de la aplicación en la vida diaria de todos los elementos que las tecnologías aportan al país, al gobierno, a las empresas, a las organizaciones públicas y privadas y a los hogares.
Y cómo, junto con el crecimiento orgánico de la institución, cambió la forma de vida de las personas en este período.
Si bien todos, hombres y mujeres, somos lo que somos producto del avance permanente del conocimiento y de las tecnologías, lo cierto es que estas últimas tienen un crecimiento exponencial que ha dividido las generaciones en “nativos digitales” y en “inmigrantes digitales”, y obliga a una permanente actualización de conocimientos y técnicas.
Desde el PC de escritorio, grande, imponente, con claves, que asustaba con sus mensajes de “error, error”, congelando al neófito frente al teclado, hasta el manejo con destreza de los elementos digitales que hoy la juventud y niños usan como si estuviera en su ADN.
Desde la primera transmisión por la web, entre universidades realizada en 1969, pasando por el primer correo enviado por Ray Tomlinson en el año 1972 hacia 23 computadores conectados a Arpanet, hasta la creación de la World Wide Web en la década del 90, este vehículo de comunicación cambió el mundo, creando una nueva realidad de conexiones, de redes, de trabajo, ayudó a tumbar gobiernos, fue parte de la burbuja de las punto com, pero también reflejó la inequidad al mantener la brecha en el acceso a ella a los países y personas pobres.
Siendo la comunicación el vehículo de transmisión y de adelanto, en este ámbito la introducción de los teléfonos móviles en 30 años revolucionaron todo. Y, ha sido este artefacto el que exhibe una transformación sin igual.
Desde el Motorola Dynatac lanzado en 1983, con un peso de 800 gramos a los actuales smartphones ultralivianos, que además entregan una multiplicidad de servicios y operaciones, ha pasado muy pero muy poco tiempo.
Del télex al fax, pasaron pocos años y hoy ambas tecnologías se encuentran obsoletas, a pesar de que en su momento fueron una revelación.
La televisión en estos mismos 30 años tuvo una revolución espectacular. De transmisiones que duraban sólo parte del día, en blanco y negro, pasamos a una televisión en línea, desbordante, inmediata, que nos transmitió “en vivo” y mala calidad la Guerra del Golfo, hasta los procesos políticos que son promovidos hoy, desde un simple celular y que llegan a todo color, digital y en alta definición a nuestros hogares. Nada falta para que veamos los cambios políticos, sociales, los desastres, los matrimonios reales, en 3D.
En robótica los adelantos son vertiginosos. No sólo en la industria vemos cómo los procesos ven disminuidos sus tiempos y costos, sino que se prevé la pronta irrupción en el mercado de robots que colaborarán también en alivianar la carga del trabajo doméstico.
Así tendremos robots industriales, robots móviles con ruedas, con patas, prótesis médicas, micro-robots. Pese a estos avances, aún éstos no son capaces de tomar decisiones “inteligentes”, pero al ritmo que vamos es probable que estemos ad portas de ello.
Pero las Tics no sólo influyen en el trabajo y en el proceso de modernización, sino que también son parte importante de las actividades lúdicas. Desde el primer juego y consola, hasta lo que vemos y vivimos hoy también pasó poco tiempo. Hoy los niños ven los aparatos que volvieron locos a los niños de ayer y no pueden creer las limitaciones de movimientos, de tiempos, la gráfica ruda.
Los paradigmas con que la sociedad, las naciones, las familias, las redes se movían, conectaban y relacionaban cambiaron radicalmente con las tecnologías de la información.
Pero en este cuadro es necesario formular la siguiente interrogante ¿evolucionó la sociedad al mismo ritmo? Evidentemente que no.
No todos pueden acceder a los artefactos creándose una brecha digital que aleja aún más a los desposeídos de la posibilidad de tener una mejor vida, reflejándose incluso en la televisión: los programas pagados son de mejor calidad en contenidos y realización que los de señales abiertas.
Los celulares según sea el modelo marcan estatus, la banda ancha no es universal, en fin, la obsolescencia programada de los artefactos crean necesidades irreales, sin asidero.
Por ello, como organización gremial no podemos dejar de insistir en la necesidad de contar con una institucionalidad fuerte en tecnología que fije normas, marcos de desarrollo y de actividad con el objetivo de que estas maravillas del ingenio humano efectivamente cumplan con su rol social, contribuyan a la equidad y justicia que todos anhelamos.