Hace dos días la candidata a la presidencia Michelle Bachelet, representante del pacto Nueva Mayoría, hizo anuncios sobre las medidas que adoptará durante sus cien primeros días de Gobierno, en caso de ganar las elecciones. Entre esas medidas prometió tres nuevos ministerios y otras acciones en beneficio de la gente y del país.
Sin embargo, en ninguna de ellas vimos algo que relevara el sector tecnológico de este país, más aún cuando esta área del quehacer está presente en cada una de las acciones de nuestras vidas.
En la actualidad, miramos el panorama internacional y, por supuesto a la OCDE, y comprobamos con tristeza como estos países destinan en promedio el 2.4% del Producto Interno Bruto, PIB, a tecnología, mientras Chile sólo destina el 0,5% de su PIB.
Siempre he sostenido que para alcanzar los estándares internacionales que existen en la actualidad y liderar nuestra región, debemos invertir más del 1% del PIB en innovación, pero cada vez que como gremio lo hemos planteado el Estado responde con poco interés y aumenta los porcentajes del presupuesto nacional en muy poca escala.
Esperamos que con la reciente promulgación de la ley I+D, que le permite a las empresas declarar la innovación que están desarrollando a través de un mecanismo con Corfo, se avance en este sentido, puesto que es una tremenda oportunidad. Pero hoy día no sólo tenemos una falta de incentivos en cuanto al presupuesto que se destina al sector tecnológico, sino que también en capital humano,donde cada año tenemos una falta de seis mil profesionales que trabajen en esta área.
La problemática está haciendo sentido en las distintas casas de estudios y fue uno de los temas principales planteado en el 3er Congreso TIC 2013, organizado por la Universidad Diego Portales, donde los estudiantes se mostraron impresionados por esta realidad, en especial por el tema de los incentivos, los cuales son perversos para la investigación aplicada.
El mundo en que nos movemos y el futuro está basado en investigación aplicada no en aplicaciones teóricas. Las grandes tendencias que van a cambiar el mundo estarán basadas en ellas, la economía, etc. y en eso la educación técnico-profesional tiene una tremenda cabida.
Hay que tener en cuenta que entre las 12 tendencias disruptivas que vienen, siete son tecnológicas, de las cuales cuatro son las más importantes: cloud, mobility, social media y big data. ¿Por qué? Porque esas tendencias van a representar el 80% de los cambios que vienen y el drama es que las personas que están trabajando en esto son escasas.
La nueva economía en que nos estamos moviendo hace que las diferencias estén más que nada en actitudes, posicionamientos, por realizar ciertos temas, más que por la técnica. Esta se da como algo hecho, pero la técnica va cambiando muy rápidamente.
¿Quién sabe hoy día configurar un servidor con un sistema encriptado de nivel mundial, que permita que ni los mensajes de mail sean pirateados? ¿qué ingeniero técnico sabe hacer eso?
Cuando hablamos de técnica no sólo estamos hablando de tecnología, sino que de todas las áreas del quehacer productivo, porque la tecnología es transversal.
Por ello, cuando en la actualidad hablamos de emprendedores o de innovación, estamos hablando en el fondo del nuevo líder que va a tener que moverse en dicha cultura o en las fronteras de esa cultura en los próximos años.
Hoy día estamos a un click de cualquier persona y en un tiempo más esto será mayor, quizás las traducciones van a ser en línea, en las cuales uno hable en español con un japonés vía internet y él escuche en su idioma.Es decir, vamos a llegar a velocidades inimaginables de transmisión de datos y en ello se inscriben las traducciones instantáneas, por ejemplo.
El mundo en que vive Chile es un contexto de subdesarrollo y si queremos compararnos con el mundo desarrollado, hay que tener claro que la brecha de competitividad puede ser enorme.
Hay una enorme tecnología disruptiva y debemos invertir, tenemos una oportunidad histórica de estar en este negocio, más aún cuando la principal fuente de ingresos de nuestro país, el cobre, ya tiene un sustituto, por lo tanto en cualquier momento puede ser reemplazado y representa el 60% del Producto Interno Bruto.