Hace ya más de un mes, la estudiante del estado de Florida, USA, Kiera Wilmon (16 años), realizó un experimento de ciencias en su colegio, fuera del horario de clases y sin supervisión de un profesor (1), en la que mezcló aluminio con un líquido de limpieza que se encuentra en muchos hogares. El resultado, una pequeña explosión de sonido, que realizada bajo los condiciones controladas o típicas, no es dañina.Debo confesar que en mi etapa escolar realicé este mismo experimento en más de alguna ocasión (y por qué no decirlo, realicé unos peores). ¿Cuál es la diferencia? Kiera fue detenida por la policía local y posteriormente expulsada de su colegio.
Sin desconocer que realizar una experiencia como ésta sin la supervisión de un adulto no es lo recomendado, hay que considerar que estamos hablando de un adolescente sin intenciones de lastimar a nadie, con excelente rendimiento académico, que sólo quería probar un experimento visto en internet.
En mi opinión, este ejemplo demuestra que no existe una falta de interés de parte de los jóvenes por la ciencia, ni sus profesiones relacionadas.Lo que sí existe es una falta de propuestas innovadoras en cómo se enseña ciencia y la causa de los bajos niveles de ingreso a carreras relacionadas (sólo un 27% de los jóvenes dedicaría su vida a la ciencia), y la ausencia de una alfabetización científica por parte de la población.
En este punto soy crítico, los docentes y los científicos hemos sido los responsables de echar abajo en muchas ocasiones, el interés de los jóvenes. La enseñanza de la ciencia en los últimos años se ha basado esencialmente en memorizar datos, nombres e información, cuando deberíamos estar enseñando cómo plantearse preguntas y de qué forma proponemos una respuesta en base a resultados, lo que todo científico realiza en su profesión.
También hay que reconocer que la falta de recursos, espacios y la inexistencia de estándares mínimos de enseñanza de ciencia en los establecimientos educacionales dificulta, y en muchos casos, limita el trabajo que puede realizar el profesor con sus estudiantes.
Muchos docentes y organizaciones han visto un gran desafío al momento de trabajar con niños y jóvenes, y es posible destacar casos de éxito en donde gracias al interés del profesor y la inversión de recursos públicos y privados han creado programas de educación científica de alto impacto.
Podemos mencionar el uso de nuevas estrategias didácticas como video juegos, programas de educación no formal como el Museo Interactivo Mirador y el programa de educación antártica del Instituto Antártico Chileno. Pero la mayoría de estas iniciativas se han realizado fuera del aula, por lo cual, el gran desafío es llevar éstas innovaciones en la forma de enseñanza de ciencia a la sala de clases en todos los establecimiento del país, y a la universidad, la cual se enfrenta a problemas similares (aunque ese tema debería ser comentado en otra columna).
Está claro, que cuando analizamos el futuro del país en materia de ciencia, tecnología e innovación, la educación científica no debe quedar desplazada, sino que debería ser uno de los pilares fundamentales en la formación de la ciudadanía y en el capital humano que permitirá guiar al país a su desarrollo en una base científica y técnica.
Es por esto que le digo a los profesores: es momento de hacer una explosión para impulsar el interés de sus estudiantes.