Mi abuela me enseñó desde pequeño que, generalmente lo que se atribuye a la maldad, a la mala intención, o al deseo de ofender, no es otra cosa que la demostración pública de la estupidez y la tontera.
También me enseñó que cuando uno se da cuenta de haber cometido una de estas acciones, lo razonable es pedir las disculpas del caso y reconocer el error. Así de simple.
Ella siempre me ha dicho que en el proceso de “explicar” que lo que se dijo no era lo que en realidad se dijo, y que lo que se quería decir era otra cosa, normalmente lo que ocurre es que el problema empeora.
Por eso, ella me aconsejaba que en estos casos “con humildad pides disculpas, dices que tu declaración fue una tontería causada por la ofuscación y la falta de reflexión, y punto aparte”.
Este recuerdo de sus enseñanzas me llega de lleno recién celebrado el “día del niño”.
Aunque les resulte extraño, ésta es una fecha muy importante para mi abuela. Ella está preocupada de cada uno de sus bisnietos y con mucha antelación prepara lo que les regalará, que generalmente son libros o revistas. A ella le encanta que ellos aprendan a leer y, por cierto, que entiendan correctamente el significado de las palabras y frases que van descifrando.
Ya terminada la algarabía por las festividades, me la topé en su rincón favorito.
Hola abuela. ¿Cómo estás?
¡Muy preocupada! Creo que el clima político está complicado. ¿Has escuchado lo que ha dicho Larraín respecto a los “inútiles y subversivos”?
Sí abuela. Lo escuché diciendo que: “¡No nos van a doblar la mano una manga de inútiles subversivos! que están instalados muchos de ellos, desgraciadamente en el Parlamento”.
Así es querido nieto y ayer, ya más calmado, agregó a su “simpática declaración” que: “inútiles subversivos son los que tiran bombas molotov, le roban las cosas a las mujeres, y no dejan que la gente llegue a sus casas”.
Debo entender, ya que no ha dicho nada al respecto, que estos subversivos instalados en el Congreso hacen de este lugar un sitio ingrato e inseguro (especialmente para las mujeres, a las que según Larraín, les roban).
Abuela, no creo que sea eso lo que ha querido decir.
Mira, me dijo: subversivo, es un agitador, perturbador, sedicioso, conspirador; y este señor dice que nuestro Congreso tiene a “muchos de ellos instalados”, o sea, alguno de nuestros parlamentarios corresponden a la definición de subversivo entendida por todos nosotros o, peor aún, a la que establece el senador Larraín.
Abuela ¿y qué habrá querido decir con “manga de inútiles”?
Me dijo: la definición de inútil, aplicada a las personas es: “alguien que hace mal algo que es fácil.” Por ejemplo, si tú consideras que gobernar un país es fácil y no lo haces bien, entonces eres inútil.
Abuela ¿qué me quieres decir? ¿Tú crees que Larraín ha querido ofender al gobierno?
Nada, sólo quiero dar un ejemplo de lo que es “ser inútil”.
Bueno, está bien. Yo pensé que la conversación terminaba en ese punto, pero estaba equivocado.
Querido nieto, me dijo mirándome a los ojos. Yo creo que la condición de subversivo y de inútil es algo que no dura para toda la vida. Por eso, es necesario dar oportunidades a los que fueron subversivos y sediciosos y también a los inútiles que han aprendido, y hoy pueden ayudar en el proceso en que estamos todos involucrados.
Se levantó y gritó: ¡¡Perdón para los subversivos, para los sediciosos y para los inútiles que se han reformado!! en cualquier cargo que se desempeñen. Ah!, por cierto, sin hacer distinciones de credo religioso, sexo, edad, orientación sexual, color de piel, estado civil, nacionalidad, peso…
Abuela, estás muy aguda hoy.
No, sólo estoy algo confundida. Parece que no me he tomado el remedio para la memoria.
Ah!, escuché también a Moreira y estoy plenamente de acuerdo con sus planteamientos. Es necesario evitar declaraciones que no aportan a la unidad y que pueden considerarse ofensivas.
Entonces abuela ¿cómo podemos ayudar?
Debemos dialogar y ser tolerantes. Debemos considerar, por una parte, lo dicho por Larraín hoy refiriéndose a la Concertación: “ustedes son una inmensa minoría”.
Por otra parte, hay que tener conciencia de que quien gobierna es “otra inmensa minoría” y, por último, el que la única mayoría existente hoy en nuestro país está liderada por una serie de jóvenes estudiantes que luchan por mejor y más educación de calidad, pero también, en condiciones de mínima equidad.
Abuela ¿y qué opinas de “las mayorías silenciosas”, las que supuestamente quieren que sus hijos regresen a clases?
Querido nieto. Las mayorías silenciosas ya han hablado. Su opinión se conoce en las encuestas que el CEP y Adimark nos han entregado en los últimos días.
Ya algo cansada, partió a su habitación, no sin antes decirme en voz alta: “Por favor, llama al senador Larraín y dile que siento mucho que algunos lo puedan confundir con el senador designado Larraín. Yo sé que no son lo mismo”. Dicho eso, se retiró.
Yo me quedé hojeando alguno de los libros que les regaló a mis hijos, especialmente éste, que llamó mi atención: “En qué creen los que no creen”.