El jueves llegué a mi casa cerca de las 21:00 hrs. Mientras me acercaba a ésta, me pareció escuchar unos ruidos extraños, parecidos a un tambor de metal.
Luego de los besos y saludos respectivos, mientras los niños se dormían, encendí el televisor. ¿Qué curioso? Pensé, es la hora de las noticias y están dando esta serie de los años 80. Cambié de canal, pero en todos estaba la misma serie de los 80.
Seguía sintiendo ruidos como de tambor metálico…
Me preparé un té y abrí el diario, (a esa hora ya bastante arrugado y desordenado).Me topé con la noticia de que la aceptación del Presidente ha caído por bajo el 30% y el rechazo está, con holgura, sobre el 50%. La televisión seguía transmitiendo en “cadena nacional” la serie de los 80 y, por tanto, decidí apagarla.
De pronto apareció mi abuela. Venía, dada su condición de salud y edad, relativamente rápido. Traía una gran olla entre sus manos. Prendió el televisor y se puso a ver la serie.
Seguían mostrando barricadas, bombas lacrimógenas, guanacos, policías, estudiantes y encapuchados.
Mientras yo pensaba la increíble cantidad de gases lacrimógenos que se usaban en “aquella época”, mi abuela se preparaba, sin quitar la vista de la pantalla, un humeante té verde.
La imagen de un local en llamas de la tienda La Polar me llamó la atención, (no recordaba en qué año se produjo ese incendio).¿Qué curioso? pensé. En aquella época ya tenían ese logo, (ese que parece copiado de la fábrica de cecinas).
Mi abuela estaba como hipnotizada.
Pensé que, de seguro, estas imágenes de la lucha contra la dictadura la conmueven.
Yo, siempre optimista, miraba la olla que tenía en sus manos y me preguntaba qué maravilla pensaría cocinar hoy día.
En un instante me miró y me preguntó: ¿qué opinas de esto?, apuntando al aparato de televisión. ¡Que impresionante lo que ha ocurrido hoy día! y sin esperar respuesta de mi parte, abrió la ventana y comenzó a golpear la olla que tenía en sus manos. Sonaba igual que los tambores metálicos que había escuchado camino a casa.
¡¡Que torpeza de mi parte!! No era una serie sobre los años 80, no eran tambores metálicos. Era la protesta masiva de quienes piensan que la educación requiere de una solución a la altura del problema. Mi abuela, mientras, golpeaba su olla con energía.
Luego de unos minutos y por causa del frío, cerró la ventana y dejó la olla sobre una mesa.
Suspiró y me dijo: ¡estamos en problemas!
Sí abuela, y no veo con claridad por dónde va la solución. De hecho, me parece que estamos frente a un problema en donde el gobierno está algo desorientado y la oposición no sabe cómo conducir el conflicto.
Mi abuela me miró con su cara de compasión.
¿A cuál oposición te refieres? Y como de costumbre, sin esperar mi respuesta, continuó.
Debo decirte querido nieto, que la oposición nunca ha sido tan poderosa ni tan grande como ahora. ¿Tal vez estás confundiendo concertación con oposición?
Me hubiese encantado contestar, pero siguió…
El país está como un “paciente” cuyos síntomas son observados por el gobierno sin poder comprender cuál es la enfermedad. Hizo una pausa y luego sentenció: lo peor es que, al parecer, los médicos que el gobierno ha destinado a la atención del enfermo sólo conocen de un tratamiento; uno antiguo y que no ha dado buenos resultados con los chilenos. Parece que los palos y gases lacrimógenos no mejoran a nuestro pueblo.
Recuerdo las 22 jornadas de protestas contra el gobierno militar.
¡Abuela por favor! Te estás excediendo. Estamos en democracia y la institucionalidad funciona.
Mira me dijo, sólo estoy haciendo memoria y diciendo que los chilenos somos más sensibles al diálogo y a los acuerdos, que a los golpes y a la represión.
Abuela, son los estudiantes los que se niegan a dialogar. No fue una frase afortunada.
Mira, me dijo, los estudiantes y sus familias llevan más de 20 años tratando que los escuchen.
Bien abuela, tienes razón. En ese instante la televisión mostraba al presidente del colegio de profesores tratando de explicar el haber tratado al ministro Hinztpeter de “sionista” y de haber aprendido métodos de represión en Israel; la explicación resultaba peor que la declaración inicial.
Noté de inmediato el desagrado de mi abuela. ¡Qué barbaridad! ¿Por qué este caballero no se quedará en su casa y deja a los estudiantes tranquilos? ¿Cómo puede ser que este señor sea el presidente del colegio de profesores? ¡Qué vergüenza!
Luego escuchamos a los dirigentes estudiantiles y mi abuela volvió a respirar con tranquilidad. Sentía cierto orgullo por los estudiantes; sé que al escucharlos se imagina a sus bisnietos.
Abuela, ¿qué opinas de Hinztpeter? ¿Crees que puede liderar el proceso de negociación con la ciudadanía?
Meditó unos segundos y luego dijo: el ministro del interior es el primer ingrediente de la receta.
No entendí que quería decir.
Ella continuaba. Un ministro Hinzpeter, una pizca de ministro Bulnes, un alcalde de Santiago, un poco de Intendenta, la sensación de que el movimiento estudiantil está empezando a ser impopular, que la ciudadanía rechaza las protestas, y siguió relatando una especie de “receta”.
Abuela ¿tú no crees que la ciudadanía empezará a rechazar las protestas?
Querido nieto. Soy una vieja ignorante. ¿Cómo podría contestar esa pregunta? Imagino que los mejores y más preparados sociólogos estarán asesorando al gobierno.
Pero abuela, dime al menos, ¿qué piensas al respecto?
Mira me dijo: yo humildemente creo que la evaluación del problema que se está planteando no ha sido muy bien hecha por la autoridad. El incremento de estudiantes en educación superior y de los que han pasado desde los colegios municipales a los particulares subvencionados, ha generado una carga económica en los hogares de menores ingresos que hoy día es insoportable para sus respectivas familias.
Si agregas que la sensación de que la educación que reciben es cada día más mala y más cara como parte del guiso, le añades como condimento el que las noticias indican de que el país se desarrolla y el ingreso aumenta, lo cual es percibido como algo lejano que al parecer les ocurre sólo a los que ya tienen buenos ingresos y, por último, coronas el plato con que estamos gobernados por quienes son los representantes de los grupos más adinerados y llenos de conflictos de interés, en mi opinión, lo que esto genera es que el movimiento estudiantil sea cada vez más popular.
De hecho, me parece que el incendio de la multitienda no ha generado el rechazo que uno debe esperar frente a un hecho de estas características. Todos esperan que a los estudiantes les vaya bien, así se benefician todas las familias pobres, o sea, la inmensa mayoría del país.
El análisis de mi abuela me llevó a pensar en preguntarle algo que hace tiempo me tiene inquieto. Abuela, ¿eres comunista? Por cierto no lo hice.
Ya estaba terminando su taza de té cuando me preguntó: ¿sabías que una funcionaria del ministerio de cultura dijo en su twitter que “si se mata la perra se acaba la leva”? Y se contestó: es increíble e impresentable ¿Habrá estudiado junto con el presidente de los profesores?
No esperaba respuesta, así que aproveché de preguntar a qué correspondía la especie de receta que me había dado.
Querido nieto, es la receta para llegar al 20% de aceptación. Tú sabes. No es fácil ser tan impopular. En todo caso, creo que el ingrediente imprescindible es que el presidente mantenga al ministro,algo dijo que no alcancé a entender.
Justo en la televisión aparecían los estudiantes de Valparaíso que estaban haciendo actividades para juntar el dinero suficiente para pagar el auto de una señora que unos vándalos incendiaron hace unos días. Noté que se emocionaba, abrió su billetera y me pasó un billete. Por favor entrégaselo a los estudiantes. Mi abuela es muy sensible pero muy “cuidadosa” con su dinero; tal vez es un problema de ancestros.
Por cierto, me regaló un solo chocolate. Creo que estaba algo decepcionada por tocar la cacerola sin mi ayuda.
En todo caso, ya me conseguí una olla, por si existe una próxima protesta.