A propósito de la huelga estudiantil, Marta Lagos en una entrevista de la CNN hizo algunas observaciones que me parece importante rescatar y comentar.
“El problema – dijo – no es la ocupación de doscientas escuelas.” La conclusión es obvia: el problema está en las causas de esa ocupación, no en la ocupación misma que no es sino un síntoma.
La causa se encuentra en lo que se ha señalado en distintas oportunidades: el sistema educacional chileno reproduce la estratificación social. De alguna manera la consolida.
Un alumno de La Pintana sabe que sus opciones serán mínimas. Y aquí las cifras que da Marta Lagos son elocuentes para apoyar su punto de la desigualdad.
De diez alumnos de colegios de comunas pobres, seis saben que al egresar de Octavo Básico sus opciones serán, por un conjunto de causas, prácticamente nulas.
¿Para qué, entonces, esforzarse?
En síntesis, los alumnos que hoy están en la calle carecen de horizonte de vida.
Se les ha dado la educación suficiente para que tomen conciencia de sí mismos como integrantes de una sociedad discriminatoria. Lo mismo vale para la educación superior.
Aquí, al problema del origen social y de la escolaridad deficiente, se suma el problema económico.
Conozco el caso de una familia que deseaba educar a su hijo. Consultaron el costo de la educación universitaria y resolvieron vender su casa. Con el producto de la venta, pagaron por adelantado la educación completa.
Luego compraron casa con una hipoteca con intereses muchos menores que los que hubieran debido pagar a la Universidad.
Los estudiantes en la calle están poniendo así en tela de juicio a la forma en que está constituida y funciona la sociedad.
Por eso, el tema no le compete solamente al Ministro de Educación. Le compete a todo el gobierno, a sus ministros sectoriales de Vivienda, Obras Públicas y naturalmente Economía y Hacienda. Le compete a los empresarios y nos concierne a todos los que pagamos impuestos para financiar un sistema justo que ofrezca igualdad de oportunidades
Porque ahí está el núcleo dinámico del malestar y de la protesta estudiantil. En la desigualdad en la distribución de las oportunidades, en la escasísima posibilidad de acceso igualitario a las redes sociales, al “destino universal de los bienes”, entendiendo por esto todos los bienes sociales.
Somos lo que púdicamente se llama un “país en vías de desarrollo” y nos vanagloriamos de avanzar rápidamente hacia el ansiado desarrollo pleno.
Sin embargo, mientras no entendamos lo obvio , que conocemos como sociedad chilena que somos, pero nos resistimos a aceptar y es que el desarrollo no consiste en llenarnos de tecnología y de torres “inteligentes” y de cada vez más nuevos millonarios , sino en hacer posible que todos los chilenos tengan la oportunidad de un horizonte personal, comunitario y ciudadano que les garantice una vida digna con sentido y futuro, el tema planteado por los estudiantes quedará sin solución.
Las protestas estudiantiles son así un llamado a la reflexión nacional, a enfrentar el tema de nuestra educación como la base ineludible de un orden social justo.
Aprovechemos la oportunidad que se nos ofrece. Dejemos de ser meros espectadores parados a la vera del paso de las marchas estudiantiles, aprobando o desaprobando, aprendamos a comprometernos en algo que nos concierne vitalmente.
Descubramos qué desarrollo queremos, para que esfuerzos estamos preparados y a que sacrificios dispuestos, para conseguirlo.
Y tal vez entonces descubramos, inesperadamente, que nuestro más profundo anhelo, como dijo aquel dirigente africano en una reunión internacional sobre el desarrollo:
“Señores delegados, nosotros no queremos ser desarrollados, queremos ser felices.”