Corea tiene una cobertura de educación superior que alcanza al 98 por ciento. Chile tiene poco más de un 40 por ciento. Para duplicarla a un 80 por ciento, al Estado le basta con gastar apenas un 7,3 por ciento más en educación al año.
Aparte de invertir en equipamiento 4.400 millones de dólares, cifra que representa apenas un 18 por ciento de los fondos soberanos acumulados a marzo del 2011. ¿Cómo se puede lograr esta maravilla? Haciendo extensivo a todo el país el ejemplo del Centro de Formación Técnica de Lota- Arauco, el único del país que es público y gratuito para sus alumnos.
Las cifras anteriores provienen de un cálculo muy sencillo, basado en la información entregada por el rector del CFT de Lota-Arauco. Él explica que el CFT funciona en base a un subsidio estatal de 90 UF por alumno, que financia dos años de estudio.
Es decir, el subsidio anual por alumno es de 45 UF, que al día en que se escribe esta nota equivale a poco menos de un millón de pesos por alumno. Considerando que los matriculados en todo el sistema de educación superior fueron 285.849 alumnos según el Sistema de Información de Educación Superior, SIES, duplicar esa cantidad cuesta exactamente esa misma cifra, pero expresada en millones de pesos.
Puesto que el gasto público en educación alcanzó el 2009 a 4 billones de pesos según DIPRES, duplicar la cobertura de educación superior a costo CFT Lota significa incrementarlo en 7,3 por ciento.
Adicionalmente, el CFT de Lota-Arauco invirtió 12 millones de dólares por una sola vez en equipamiento, lo cual representaría una inversión inicial de 15.000 dólares por cada uno de los 800 alumnos que ingresan cada año al CFT de Lota-Arauco. Amplificado a los 285.849 alumnos, ello representaría una inversión de 4.400 millones de dólares por una sola vez.
El país cuenta con recursos más que suficientes para afrontar esta inversión, puesto que los fondos soberanos sumaban más de 24.000 millones de dólares a marzo del 2011 según DIPRES. Bastaría con invertir un 18 por ciento de estos fondos para equipar a todos los CFT del país según el modelo de Lota-Arauco.
Puesto que la cobertura actual de educación superior es poco más de cuarenta por ciento de la cohorte de edad respectiva, con esto el país alcanzaría la duplicaría de un viaje, alcanzando niveles parecidos a los de Corea.
Lota – Arauco está hecho un desastre. Cerraron las minas de carbón poco antes que el precio se fuera nuevamente a las nubes. “Reconvirtieron” a los obreros pensando que podrían sobrevivir cortándose el pelo unos a otros. Por cierto, buena parte siguen cesantes quince años más tarde.
Depredaron la región de un modo lastimoso. La playa de Coronel mira al Golfo de Arauco, uno de los más bellos del mundo. Pues bien, precisamente allí instalaron no una, sino tres termoeléctricas. No a 25 kilómetros de una isla con pingüinos donde bucea el Presidente y sus amigos, sino a cero kilómetro de una ciudad de 25 mil habitantes. Ahora la llaman Bolivia porque les quitaron el mar.
Lo único que funciona es el CFT de Lota – Arauco. Ciertamente no depende del Ministerio de Educación, que lo habría privatizado hace rato, sino de la CORFO. Se estableció como parte del programa de reconversión.
Tiene 1.600 alumnos a los que da una formación de dos años. Uno y medio en verdad, explica su rector, puesto que los primeros seis meses son para volver a enseñarles a leer, sumar y restar.
Es decir, cada año recibe a 800 alumnos, que representan poco menos de un cuarto de todos los egresados de enseñanza media de la provincia, que son unos 4.000.
Ninguno de ellos paga un peso. Por el contrario, un tercio tiene becas milenio, con lo cual puede financiar su mantenimiento y colaborar un poco en casa. Egresan con una buena formación y casi todos ellos encuentran trabajos productivos, a diferencia del grueso de sus familiares.
Es el único lugar del país donde funciona el modelo de educación pública gratuita en el nivel terciario.
Parece una buena idea replicarlo a todo el país ¿no es cierto?
Es precisamente el sueño del Rector del CFT de Lota-Arauco: extender la enseñanza obligatoria de 12 a 14 años, generalizando su experiencia a todo Chile. Explica en su tono tranquilo de educador de verdad, que ello tendría un impacto notable para reducir la cesantía, que se concentra precisamente en ese segmento de edad. No es problema del mercado laboral sino del sistema de educación – afirma – ¡Esos jóvenes deberían estar estudiando y no pateando piedras!
¿Por qué no se hace?