Es claro que el discurso racional no está produciendo los resultados esperados.
Muchas voces dicen que las PyME aportan el 70% del empleo, y se ha tornado políticamente correcto repetirlo, pero poco se hace al respecto.
El país sigue con leyes laborales pensadas para grandes empresas, con sindicatos, lockout, negociación colectiva y leyes de sub-contratación incluidas. Leyes escritas como si todas las empresas fueran grandes y no hubiese otra realidad sobre la cual hay que legislar.
Chile sigue pidiéndole a todos los restaurantes que tengan 5 baños para clientas, clientes, lisiados, trabajadores y trabajadoras, como si todos fueran grandes restaurantes y el único camino a ese absurdo es correr el riesgo de no cumplir con la ley.
Se sigue cobrando una 1 UTM de multa por atraso en el pago de impuestos, como si esa fuese una sanción equivalente para el pequeño y el gran contribuyente.
Seguimos teniendo créditos para la PyME a tasas 6 veces más elevadas que para la gran empresa.
Siguen vigentes las denuncias por el abuso de posición dominante de algunos grandes clientes y distribuidores en contra de sus pequeños proveedores, pero no se hace nada, por que se consideraría un escándalo intervenir el mercado y las relaciones entre privados.
Estos ejemplos, de muchos otros, nos dicen que Chile ha creado un sistema donde es necesario ser grande para tener éxito, y que es una epopeya y absolutamente anormal partir de PyME y convertirse en empresa grande.
Por otra parte las cifras nos dicen que en los últimos 15 años la PyME ha disminuido su participación en el PIB a la mitad, pero ha mantenido su participación en el empleo.
¿Es muy difícil concluir que esa pérdida de competitividad de la PyME tiene como corolario que el 70% del empleo es hoy día más vulnerable y precario que hace 15 años atrás? La timidez del apoyo a la PyME pareciera indicar que nuestra dirigencia no lo entiende así.
Eso nos obliga a cambiar los argumentos ¿Le gustaría una sociedad donde usted puede elegir solo entre dos proveedores para todo? Dos clínicas, dos farmacias, dos universidades, dos equipos de fútbol, y que incluso esté dada la posibilidad que esas dos empresas se coludan en contra del consumidor.
Bueno, eso pasa cuando se deja morir a las PyME por un mal diseño de la institucionalidad productiva y no como consecuencia de sus ineficiencias.
¿Deberemos a futuro elegir solo entre dos proveedores para todo? Una estrategia decidida de apoyo a la PyME puede evitarlo y no hay que ser muy ingeniosos; basta mirar con atención como los países desarrollados se han comprometido con sus PyME y comparar los resultados.
Todas las economías desarrolladas han asumido que las grandes empresas, a medida de los avances tecnológicos, son destructoras de empleos, y que los nuevos puestos de trabajo están siendo creados por pequeñas empresas, algunas de ellas vinculadas a las nuevas tecnologías, otras eficientes, innovadoras y competitivas en mercados más tradicionales; y no escatiman en invertir recursos públicos en mejorar su capital humano (quizá la principal deuda de Chile con sus PYME), su acceso al financiamiento, a la innovación y tecnología, facilitando su acceso a mercados más amplios; pero sobretodo, dotándolas de un marco jurídico institucional que no las deja al margen de la competencia, sancionando los abusos de posición dominante de los grandes clientes y proveedores y las diferencias absurdas de precios de las materias primas que no pueden ser explicadas por las economías de escala; pero por sobre todo un marco jurídico para los negocios que “Piensa primero en pequeño”, como lo está haciendo desde hace algunos años la Unión Europea.