Esta semana fue Beatificado en Roma Juan Pablo II por su sucesor el Papa Benedicto XVI. La rapidez del proceso; el recuerdo de un Pontífice que tuvo altísima presencia en todo rincón del mundo; la historia en su natal Polonia y las interpretaciones de la influencia que pudo haber tenido en hechos políticos como la caída del muro del Berlín y el fin de la Guerra Fría estuvieron presentes en los comentarios de un hecho que podría haberse circunscrito al ámbito religioso.
Adicionalmente en Chile, un acontecimiento de esta naturaleza, se recibe en momentos que en el país la Iglesia Católica enfrenta acontecimientos del todo conocidos que han generado desconfianzas y llevado a decisiones inéditas de la autoridad eclesial.
Para el mundo y para Chile, la Beatificación de Juan Pablo II , un Pontífice que luchó por la paz, se produce en momentos que el mundo se ve remecido por la violencia en Medio Oriente y Norte de África. Es en esa dimensión donde nuestro país debe especialmente reconocer, independiente de su credo religioso, el gran aporte que el hoy Beato nos legó, cual es el gran regalo de la paz.
Por todas estas razones es que estimo que el acto de Beatificación nos debe llevar a reflexiones en cuanto al vínculo del hoy Beato con nuestra historia reciente y futura.
La relación de Argentina y Chile no habría sido posible sin su aporte.No sólo evitó la guerra entre dos naciones del Cono Sur. Dio forma a una arquitectura de vínculos entre dos Estados para transitar desde su antiguo antagonismo absolutamente resuelto hacia una nueva integración política, económica, militar, cultural y de todo tipo.
Los instrumentos, protocolos, acuerdos y medidas que se construyeron como parte del proceso de Mediación así lo permiten.
Estimo de toda justicia reconocer que el hoy Beato Juan Pablo II fue un hombre que a Chile dio lo mejor de sí para construir nuevos escenarios con Argentina cuya materialización está aún pendiente. Es el momento para apostar fuerte a un verdadero cambio cualitativo en la relación con ese país, sin descuidar ni dejar de hacer esfuerzos por generar vínculos con nuestros otros dos vecinos ;sin embargo ello llevará más tiempo.
Finalmente la Iglesia Católica de Chile y especialmente todos quienes a ella pertenecemos deberíamos recordar su mensaje en Chile “ el Amor es más fuerte”.
En tal sentido debemos junto con rechazar todo acto indebido e incluso delictual proveniente de algunos integrantes de la Iglesia valorar lo que esa misma Iglesia chilena he hecho por nuestra Patria. Pareciera que es tiempo con la misma fuerza que se rechaza y condena todo lo indebido resulta justo recordar lo mucho que la Iglesia Católica chilena ha aportado al país y a los chilenos.
Recordemos su defensa a los Derechos Humanos, la cercanía a los más pobres y su más que centenaria unión al pueblo de Chile y sus necesidades .No en vano en cada conflicto, desde la Comisión de Verdad y Reconciliación hasta fórmulas de solución al tema mapuche , es la instancia que ha brindado a todos seguridad y confianza.