Expectación por el resultado de la cumbre política de La Moneda, forzada por el movimiento estudiantil.
La educación es un derecho y sin embargo, 100 mil niños chilenos en edad escolar están excluidos del sistema educativo y, cada año, se gradúan 150 mil alumnos que no entienden lo que leen.
Según Educación 2020, somos el segundo país más segregado del mundo.
Mario Waissbluth, explica esta segregación diciendo: los niños muy ricos estudian con los muy ricos; los ricos con los ricos; los menos ricos con los menos ricos y, los pobres con los pobres. Agrega, que estas separaciones son tan absolutas que estos niños no tienen contacto entre ellos durante toda su vida.
Ese sería, uno de los orígenes de la sociedad segregadora, discriminadora y desigual que hemos construido. Para cambiarla, hay que partir cambiando la educación chilena.
Gracias al esfuerzo de instituciones ciudadanas y del movimiento estudiantil el país tiene hoy un diagnóstico más real de la educación y un compromiso mayor para cambiarla.
El problema es que los tiempos de las familias y los estudiantes no son los mismos tiempos de las autoridades que deben resolver. La gran reforma que se necesita solo surtirá frutos en varias generaciones más. Los actuales estudiantes obtendrán escasos beneficios. Los secundarios, casi no accederán a la educación de calidad que reclaman.
Tampoco, la solución que se requiere, es exclusiva de la educación.
No puede reformarse solo la educación y dejar otras injusticias sociales incólumes.
El país necesita un conjunto de reformas para dar un salto de calidad.
El país necesita reformas estructurales verdaderas.
Necesita reformas políticas, sociales y económicas para agravar más sus desigualdades. La educación (también salud y vivienda) requiere de mayores recursos que, necesariamente, pasan por reformas tributarias.
Todos estos cambios e ideales democráticos y de justicia social, recursos naturales, medioambiente, etc., deben plasmarse en una nueva Constitución Política.
Una nueva Carta Fundamental que rija la formación de una sociedad más igualitaria, justa y democrática.
El actual modelo de sociedad está colapsado.
Vemos al sector político inmovilizado en sus propios errores, en sus propios conflictos de interés, en crisis por un sistema político cada vez más antidemocrático, azorado con la nueva designación de senadores, dando un lastimoso espectáculo, sin respuesta a las demandas ciudadanas respaldadas con movilizaciones masivamente inéditas.
El gobierno ha optado por descalificar las demandas, antes que buscar respuestas que superen las crisis. Los gobiernos están para gobernar pensando en el bien común.
El ministro de Educación Felipe Bulnes, coloca demasiadas trabas para el diálogo. Él sabe o debiera saber, que el diálogo verdadero necesita de mínimas condiciones.
Hay que concurrir convencido, dispuesto a dialogar. Consciente que la contraparte también tiene parte de la razón. Dispuesto a ceder en las propias exigencias y, sobre todo, dispuesto a respetar y cumplir los acuerdos que se logren.
Si hay acuerdo que la calidad de la educación es clave para la promoción social y aminorar las injusticias sociales, también, hay que tener el sentido de la urgencia que piden los estudiantes porque su tiempo es poco.
Si reciben 14 años de mala educación, no pueden repetirlos, ya perdieron. Por eso, su actual lucha, será un legado para generaciones futuras.
No es bueno jugar a la estrategia de desgastar las movilizaciones.
Los estudiantes secundarios denuncian que, a raíz que llevan dos semanas sin marchas, el gobierno los ignora. Dicen que así se demuestra que el gobierno solo escucha cuando se está en la calle y, agregan, los están obligando a “meter más ruido”, para que los escuchen.
Si hay voluntad política para hacer los cambios y, como el país tiene recursos económicos, es posible que la Cumbre Política de La Moneda, -entre el Gobierno y los líderes de todos los Partidos Políticos-, genere las bases de la Política Educacional que los chilenos esperan.