La directora de ONU Mujeres advirtió el 8 de marzo pasado que las mujeres del mundo “quieren que más de sus líderes sean mujeres. Y quieren que esas mujeres, junto a los hombres, se atrevan a cambiar los paradigmas económicos y políticos”. Cambiar el monopolio del poder político no solo implica abrirse a nuevos referentes, también significa consensuar nuevas reglas para la democracia, entre ellas, que más democracia es con más mujeres y otros grupos que han estado fuera del poder.
Las últimas semanas fuimos testigos en Chile precisamente de las tensiones en torno al monopolio del poder. Afloraron resistencias que, en el marco de la discusión sobre la Ley de partidos políticos y fortalecimiento de la democracia, algunos congresistas expusieron para rechazar o abstenerse de aprobar una medida como las “cuotas” en directivas y órganos colegiados de los partidos políticos.
La equidad entre hombres y mujeres, ha sido parte de la agenda de los procesos de transición en América Latina, sin embargo la igualdad efectiva aún es lejana. Sin duda las cuotas han favorecido que la representación de mujeres aumente a 30% en promedio en los parlamentos de países que las han implementado, pero es insuficiente. En las elecciones parlamentarias de 2017 recién se estrenará en Chile este mecanismo esperando aumentar el 15% de mujeres en el Congreso.
El Consejo Asesor Presidencial Anticorrupción recomendó el principio de paridad de género como parte de los nuevos estándares para la democracia interna de los partidos. El espíritu original del proyecto de ley de partidos políticos, que logró mantenerse finalmente, busca asegurar que ninguno de los sexos supere el 60% en la integración de los órganos colegiados y directivas.
Revolución Democrática ha dado esa discusión desde sus inicios hace 4 años. Hoy en pleno proceso de conformación de partido sus estatutos garantizan participación equilibrada 40-60% donde ningún sexo debe superar al otro en conformación de listas a directiva nacional y a su consejo político. Y esto funciona: la directiva nacional está compuesta por tres mujeres y dos hombres, y de 7 consejeros nacionales, 4 mujeres han sido elegidas recientemente.
Es de esperar que la discusión sobre la Ley de Partidos no solo permee a las cúpulas partidarias.Además, que las bases políticas tomen plena conciencia que abrir la democracia significa, entre otros temas, actuar para que los grupos discriminados históricamente tengan representación efectiva. Esto es parte de lo que esperamos, por ejemplo, en las instancias de participación del proceso constituyente y en la definición de mínimos programáticos para las próximas elecciones municipales.
Gabriela Mistral lo decía claramente en el periódico “La voz de Elqui” el 8 de marzo de 1906: “Honor a los representantes del pueblo que en sus programas de trabajos por el incluya la instrucción de la mujer; a ellos que se proponen luchar por su engrandecimiento ¡éxito y victoria!”. Las mujeres no solo queremos votar en las próximas elecciones, queremos construir los programas y decidir el país que habitamos.
La paridad parece una quimera a estas alturas. Que deje de serlo, depende no solo de las acciones que promuevan mujeres políticas y organizadas en la sociedad civil, también de quienes conducen procesos políticos de entender que una democracia fortalecida también es con todas.