El cuerpo de Faheem Qureshi sufrió quemaduras extendidas y el misil se llevó su ojo izquierdo y a varios familiares: “Si hay una lista de tiranos en el mundo, según mi opinión Obama será puesto en esa lista debido a su programa de drones”, son sus palabras 9 años después del ataque.
Ésta ha sido época de revisionismo en Estados Unidos, en plena campaña electoral y con entrevistas del presidente Obama a varios medios de comunicación explicando su legado, los hitos positivos de su Presidencia, los desafíos posibles en su último año de gobierno. Pero no ha tenido la misma cobertura uno de los capítulos más negros de su gobierno, similar a la promesa rota de no haber cerrado la cárcel de Guantánamo: el costo humano en vidas civiles de la campaña de bombardeos de drones, especialmente en Pakistán.
El programa, en teoría centrado en terroristas que amenazan la seguridad de Estados Unidos, es totalmente ilegal según el derecho internacional, pues rompe el principio básico de soberanía de varios países, especialmente Yemen, Somalia y Pakistán, y ha provocado la muerte incluso de ciudadanos estadounidenses sospechosos de pertenecer a células extremistas.
La legislación estadounidense prohíbe el asesinato de ciudadanos sin un debido proceso judicial. Pero más allá de eso, el costo más grave ha sido la violación de los derechos humanos de cientos de personas que no tenían ningún vínculo con extremistas anti-Estados Unidos, y que fueron asesinados o gravemente heridos por las máquinas letales controladas a distancia.
Las cifras de Naciones Unidas son reveladoras, y documentan de forma sistemática alrededor de 300 civiles asesinados por los bombardeos de los drones. Hay situaciones aún más dramáticas. Según la ONU, en Yemen los ataques de drones de EEUU han matado a más civiles que las muertes atribuidas a Al-Qaeda.
Otras fuentes son más extensas en el análisis de víctimas directas. Por ejemplo, el Bureau of Investigative Journalism documentó que, sólo en Pakistán, el país más golpeado por los bombardeos, entre 2004 y 2015 tanto el presidente Bush como Obama aprobaron 413 ataques, siendo la gran mayoría firmadas directamente por Obama (362).
La cifra exacta es difícil de estimar, debido al secretismo de los ataques y la falta de información desde zonas tribales de difícil acceso. Pero los rangos son elocuentes. Las bombas teledirigidas han matado a entre 2,400 y 3,900 personas, dependiendo de las fuentes. De ellas, murieron entre 416 y 959 civiles, y de ellos entre 168 y 204 niños. El total de heridos llegó a 1.142. Yemen y Somalia sufrieron otros cientos de víctimas.
El tema de los drones no ha tenido un rostro humano concreto en el hemisferio occidental, hasta el reporte que publica esta semana The Guardian, con el caso de Faheem Qureshi. El pakistaní tenía 14 años cuando uno de los drones de Estados Unidos atacó su casa en Waziristan, en uno de los primeros bombardeos ordenados por Obama, el 23 de febrero de 2009.
El misil entró por el techo, en momentos en que celebraban varios parientes la vuelta de un tío que había estado trabajando en los Emiratos Árabes Unidos. La explosión le quemó a Faheem una parte del cuerpo y la cara, mientas decenas de proyectiles lo laceraban. Se informó después que el ataque erró el objetivo, un líder talibán. El saldo del fatal error: 9 civiles asesinados.
El ojo derecho de Qureshi se salvó, informa The Guardian, gracias a cirugía láser. El izquierdo tuvo que ser extirpado. Varios tíos murieron, dejando 14 primos del adolescente sin padre. Ya han pasado 7 años, y Faheem Qureshi tiene una clara reflexión: todo lo que sabe sobre Obama “es lo que me ha hecho a mí y a la gente de Waziristan, y eso es un acto de tiranía. Si hay una lista de tiranos en el mundo, según mi opinión Obama será puesto en esa lista debido a su programa de drones”.
Ningún organismo del gobierno de EEUU, incluyendo la CIA y la Casa Blanca, se ha referido nunca al bombardeo de Waziristan.
“¿Qué hice para que fuera castigado de forma tan mala? ¿Qué hizo mi familia? ¿Por qué me pasó esto a mí?”, fueron las reflexiones del niño Faheem Qureshi en esa época. “Soy el vivo ejemplo de lo que representan los drones”, agrega, con sus estudios de química frustrados para siempre. Su familia, rota también para siempre. Y un presidente que a miles de kilómetros de distancia prepara con optimismo las bases de su legado político.
¿Estará Faheem en el corazón y en la conciencia del mandatario estadounidense cuando llegue el momento de entregar el poder, o el nombre y el caso del joven pakistaní permanecerá anónimo y para siempre en el ala oscura de la Casa Blanca?