Con la sapiencia que da el tiempo, me atrevo a escribir acerca de la iniciativa de algunos parlamentarios de condenar jurídicamente cualquier alusión en favor de Salvador Allende.
Mi reacción inmediata fue de incredulidad, pues la leí en las redes sociales donde circula mucha noticia no real. Luego sentí curiosidad por saber de dónde habría salido la iluminada iniciativa.Finalmente, además de comprobar que era verdad, no pude sino sentirme triste ante tamaña estupidez salida de quienes se suponen gente preparada y que decide los destinos de la patria.
El asunto tiene varias aristas, de las cuales algunas tiñen de humor el día a día político y otras nos hacen recordar el nivel de personas que hemos elegido para representarnos en el parlamento (digo hemos en mi calidad de votante y no como elector de estos honorables).
Lo simpático es que habiendo tanta cosa importante que resolver, estos parlamentarios tengan tiempo de diseñar tonterías. Bueno parece que se han dado cuenta y por eso se han acortado la jornada laboral. Lo grave del asunto es que al parecer los redactores de la iniciativa verdaderamente lo creen necesario.
Intentando no mostrar mi preferencia, lo que en este asunto es casi imposible, trataré de hacer un pequeño análisis.
El señor Allende llegó a La Moneda acorde con las leyes de la época. Intentó –y sobre esto hay diferentes opiniones respecto de los mecanismos- construir un Estado socialista que resolviera de manera digna los derechos básicos de las personas. Empuñó las armas para defender su gobierno constitucional, el que finalmente fue derrocado.
Parlamentarios actuales, partidarios y detractores, ambos informados y documentados –se supone- podrán hacer los análisis que quieran, pero ambos a la vez podrán comprobar hechos, de los cuales algunos seguramente justificarán el término del gobierno socialista de la manera que sucedió y otros seguirán reclamando a pesar de haber aprendido las pillerías que hasta hoy día los mantiene usufructuando de la vaca que les da el suculento sustento (dieta parlamentaria que le llaman).
Finalmente, un militar, Pinochet, se hizo del poder según se afirma por sus partidarios, rescatando al país del camino al socialismo marxista.
En su gobierno se implementaron campos de concentración al más puro estilo nazi. Se secuestró, asesinó, torturó y desapareció gente, desde adolecentes partidarios de Allende hasta altos oficiales militares y autoridades políticas. Se desintegró casi por completo el Estado acorde con un modelo económico aprendido en la Universidad de Chicago.
Se quebró artificialmente las empresas del Estado, las que fueron compradas al más bajo costo por partidarios del autodenominado presidente. Se obligó por ley a pagar por la administración de las futuras jubilaciones, sin que los propios inventores se incorporaran al más abusivo de los sistemas creados en el planeta.
Se desintegró el sistema de salud pública para dar cabida al más perverso de los modelos privados del mundo. Se construyó un país que –gracias al modelo económico impuesto- ostenta el top 5 de los países donde la repartición del recurso nacional es el más desigual. Se desintegró el sistema educacional del Estado para dar cabida a que los privados asumieran ese rol y por cierto cobraran por ello.
La suma es larga e incluye a la propia viuda del señor Pinochet que hasta hoy día vende el más de centenar de propiedades estatales traspasadas a su fundación CEMA-Chile en beneficio personal.
A diario se demuestra la participación de persona ligadas al gobierno de Pinochet en causas de derechos humanos y de delitos financieros (grandes delitos que van más allá que el robo del vuelto del pan, sin que robarse el vuelto del pan sea bueno por cierto).
Entonces, la vergüenza ciudadana, al menos en mi calidad votante, no es que haya afiebrados parlamentarios de derecha que presenten una propuesta para condenar las alusiones favorables a Salvador Allende. La vergüenza es que no se haya dictado una ley que condene la figura del dictador Pinochet y sus cómplices, tal como si la hay en otros países como en Alemania respecto de Hitler y en España respecto de Franco.
Finalmente, hay en el mundo cientos de calles y monumentos en homenaje a Salvador Allende, pero como dice la canción de un popular cantautor chileno “Ninguna calle llevará tu nombre” en referencia a Augusto Pinochet.