La visita de la Presidenta de la República a la Novena región ha sido el último hecho político del año 2015 que ha provocado una situación de incomodidad en la Democracia Cristiana y ha dejado una serie de inquietudes en la opinión pública.
Durante seis años tuve la responsabilidad de coordinar y ejecutar la agenda y acciones en terreno del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. Esto me permite afirmar que lo sucedido en dicha visita es un hecho de la mayor irresponsabilidad y/o negligencia política que se pueda cometer desde el gabinete de la Presidencia de la República.Es además una acción de agravio y ofensa al ministro del Interior y lo que él representa.
Toda visita presidencial requiere de una serie de acciones previas que involucran a múltiples actores. El Intendente, autoridades regionales y/o provinciales, organismos de seguridad, carabineros, etc. Varias de esas autoridades tienen la obligación de informar al ministerio del Interior sobre la visita de la primera autoridad del país.
En el caso de esta región era de sentido común considerar esta rutina como algo fundamental. La especial situación de conflicto que allí se vive y la dedicación que el ministro del Interior le ha otorgado al tema de la Araucanía debieran haber sido consideraciones más que suficientes para informar al Jefe del Gabinete y además para incorporarlo en lo que había sido una solicitud permanente de diversos sectores de la región en cuanto a la visita de la Presidenta.
No resulta explicable ni política, ni racionalmente que ninguna autoridad subalterna del Ministro haya cumplido con el deber de informar a su superior sobre la programación de la visita presidencial. Una negligencia tan inexcusable debe ser aclarada.
La primera interrogante que surge es por qué el gabinete de la Presidenta no se coordinó con el ministerio del Interior en la programación de tan importante visita. Y obviamente no puede quedar sin respuesta la legítima duda de las razones que llevaron a las autoridades regionales y organismos de seguridad a no informar a su superior inmediato de tan importante actividad.
Es aún más incomprensible que por la importancia política y social de dicha visita presidencial, la primera autoridad del país no haya recurrido a su ministro del Interior para coordinar los temas de dicha región, teniendo en cuenta que él conoce muy bien esa realidad. Menos explicable resulta que su ausencia física no haya producido alguna inquietud de la Presidenta.
Nadie puede desconocer que estos hechos son graves y de difícil explicación en un momento delicado para esa zona del país y por sobre todo en una situación de creciente descontento del partido más importante de la coalición de gobierno con la formas y fondo de muchas de las acciones y/o iniciativas desarrolladas durante estos dos años.
Este hecho puntual viene a poner de manifiesto una forma indebida de actuar y que no es el que caracterizó a los gobiernos de la concertación.
Una coalición política no puede mantener su vigencia si los estilos de trabajo y de relacionarse no son respetuosos respecto a todos sus miembros y en forma muy especial hacia quienes aportan el mayor de los apoyos políticos y electorales. Una coalición no tiene sentido de existir si su accionar va en claro desmedro del potencial político y electoral de alguno de sus componentes.
Este hecho puntual, sumado a otras acciones de errores y desaciertos es un elemento que obviamente debe llevar a reflexionar al partido más grande de la coalición de gobierno.
No, es tal vez, el más importante de los errores que se han cometido durante este periodo, pero demuestra un estilo y una forma de actuar que atenta contra la convivencia que debe existir en una coalición partidaria.
Soy de los que creo que hoy la Democracia Cristiana vive un momento determinante para su sobrevivencia.
Al analizar todos los estudios sobre el comportamiento electoral de los sectores medios del país en la reciente elección presidencial y la opinión de dicho segmento en las encuestas realizadas durante los últimos dos años podemos comprobar que allí existe insatisfacción respecto a sentirse representados por los actuales partidos políticos y su accionar en el plano de las ideas y propuestas que se han formulado por ellos.
Ese segmento de la población chilena ha asumido una actitud distante de la acción política y de dudas considerables respecto a sentirse representados por las propuestas y accionar de quienes habitualmente contaban con su simpatía.
Esta es una situación que debe llevar a reflexionar muy seriamente a los partidos del mundo demócrata cristiano y social demócrata.
La participación y compromiso con un gobierno no puede significar dejar de interpretar y representar las inquietudes de quienes históricamente han encontrado en un determinado sector político el camino para avanzar en su visión de sociedad.
La primera lealtad esta con la gente que ha creído en esas ideas y que las han apoyado históricamente.
La responsabilidad política está en saber demostrar que más allá del poder está el interés en seguir siendo fieles a determinadas ideas y buscar recuperar la fe y la confianza de quienes se sienten hoy decepcionados pero no se han comprometido con otras opciones, sino que están esperando que los que ayer los interpretaban recuperen el entusiasmo y coraje de proyectar las ideas que ellos aspiran orienten el desarrollo armónico y efectivo de todos los chilenos.
Ser gobierno es saber actuar de acuerdo a las ideas y principios que forman parte del capital que permite contar con el apoyo de un universo de chilenos que han acompañado y apoyado una determinada visión del desarrollo nacional.
Ser gobierno significa saber asumir y representar con seguridad y claridad las ideas, principios y formas de desarrollar la acción política que ese segmento de la ciudadanía espera de una coalición que debe tener la capacidad de actuar con la sabiduría que el país conoció en otros momentos.
Ser gobierno representa hacer respetar el aporte y capital que se tiene dentro de la pluralidad que existe en la coalición y que se supone que se debe garantizar por todos, especialmente por quien dirige el gobierno.
No será fácil convencer a los chilenos que hoy se han alejado del gobierno por discrepar de muchos de sus contenidos si no se tiene la capacidad de demostrar que existe la voluntad y decisión de hacer valer determinada ideas, principios y formas de gobernar.
Es un deber de la Democracia Cristiana intentar lograr que el gobierno en todos sus niveles recupere esa capacidad de convivir y orientar sus acciones y políticas en un marco de respeto y de efectivo liderazgo supra partidario que hoy por desgracia está ausente.
Solo esa misión y la intención de asegurar el éxito de los compromisos adquiridos y compartidos con los chilenos justifican seguir liderando una acción política que en forma amplia y respetuosa logre las metas propuestas.
Es una prueba para la Democracia Cristiana de su capacidad política y de su compromiso efectivo con quienes representa.