A medida que pasan los años pocas son las cuestiones y situaciones que nos llegan a asombrar con fuerza y vitalidad, haciendo que nuestro espíritu se llene de esperanzas en la posibilidad de la construcción de un mundo mejor para todos sus habitantes.
Hace pocos dias, en el lejano sur de nuestro país, muy cerca de Panguipulli, tuve la oportunidd de asistir a una de esas situaciones que nos llenan el corazón de gozo, de alegría, de capacidad de meditación, de naturaleza y por sobre todo de belleza; aquella belleza que nos presta el equilibrio necesario para acercarnos, (quizá solo un poco) pero acercarnos a la verdad del Ser que se encuentra en todas las cosas que nos depara la existencia, tanto la nuestra como la del mundo.
Nada más fantástico que encontrarse con una iniciativa de bien común nacida desde la música, aquel arte que acompaña a los seres humanos desde los inicios de la comunicación como especie.
Se trataba, para sorpresa de mi parte, de un concierto al aire libre frente al Lago Calafquen para disfrutar a Mozart, puesto en escena por una magnífica Orquesta de Cámara y de un coro nacido del esfuerzo de dos instituciones educativas señeras en el acontecer de este largo Chile. Nos referimos al Coro de la Universidad Austral de Chile y al Coro Polifónico Papageno, producto de la labor que realiza la Fundación del mismo nombre en el sur de nuestro país.
Iniciativa, esta última, nacida del impulso y creatividad del barítono Christian Boesch, músico austriaco avecindado en Chile desde hace algunas décadas y que dedica gran parte de sus esfuerzos a realzar la música como un medio de comunicación y excelencia en el crecimiento y desarrollo de los seres humanos. Es así como ya tiene una presencia activa en la ciudad de Villarrica con una Escuela de Música para jóvenes aledaños al lago Calafquen y Panguipulli y otros lugares cercanos, eminentemente rurales.
Una gran obra que, con el aporte de diversas instituciones y privados, han logrado desarrollar la Música como elemento esencial en la formación de los seres humanos, especialmente niños y jóvenes. Y al decir que es un elemento esencial, nos referimos al carácter de armonía que ella tiene, de belleza profunda en los sentimientos propios a los seres humanos, de universalidad en la comunicación, de acercamiento a la idea del Ser perfecto, a la trascendencia de la especie más allá de los simples brotes de ruidos.
La música, como todas las artes que prácticamente hoy han desaparecido de los establecimientos educacionales de nuestro sistema, nos puede proporcionar en un futuro muy cercano, las claves de un desarrollo sustentable en el cual los seres humanos puedan ser felices y ver otras realidades distintas a los simples acontecimientos de la vida cotidiana.
Por eso, observar a mas de dos mil personas, sentadas en la tierra o en simples fardos de heno, escuchando a Wolfgang Amadeus Mozart y Antonin Dvorak fue una experiencia que debe ser destacada, no solo por las emociones y sentimientos que ella logró provocar, sino por la belleza de un entorno magnífico de tierras verdes, agua celeste, nubes orgullosas paseando por los cielos del sur y todo esto gratuito, conviviendo chilenos y chilenas de muy distintas estirpes.
¡Bravo por Papageno! ¡Bravo por esta iniciativa! ¡Esperanza de una educación con y en la música para el futuro de nuestro país!