El resonante triunfo de las fuerzas opositoras en Venezuela en la elección de la Asamblea Nacional es el inicio de una nueva etapa en la vida de ese país, al que tantos chilenos consideran su segunda patria por haber encontrado generoso refugio en los años de la dictadura.
Se confirmó que era ampliamente mayoritaria la voluntad de cambio y quedó demostrado el valor de la unidad de las diversas corrientes que lo propiciaban. El parlamento estará ahora dirigido por las agrupaciones de la Mesa de Unidad Democrática, en tanto que el gobierno seguirá en manos de Nicolás Maduro y el bloque político-militar que lo acompaña. No será fácil establecer una relación constructiva entre ambos poderes, pero será indispensable para sacar a Venezuela de la crítica situación económica y social en que se encuentra.
Es valioso que el grupo gobernante haya reconocido rápido su derrota y que haya moderado el lenguaje virulento que lo ha caracterizado. Ojalá que eso indique que se hace cargo de que los venezolanos votaron por un cambio de rumbo, y que cualquier intento de usar el enorme poder que ha acumulado durante 17 años para bloquear ese cambio significará nuevos desgarramientos para un país que los ha tenido en exceso.
Si el domingo 6 hubiera habido una elección presidencial, Maduro tendría que estarse preparando para dejar el poder. Lo salvó el hecho de que fuera una elección legislativa. En todo caso, los venezolanos se pronunciaron nítidamente en contra de lo que él ha representado.
Es de esperar que se abra un ciclo democratizador en Venezuela, de término de las arbitrariedades, de restablecimiento de la división de poderes. Hay que conseguir la libertad de Leopoldo López y de todos los presos políticos. Se requiere poner fin al sometimiento del poder judicial a los dictados del gobierno. Es indispensable reforzar las libertades públicas.
Las fuerzas armadas deben convencerse de que pertenecen a la nación, no a una secta ideológica o a un partido político. Lo más importante es que la sociedad venezolana deje atrás la polarización odiosa y avance hacia el reencuentro nacional.
Será esencial que las fuerzas de la Mesa de Unidad Democrática se mantengan cohesionadas y actúen con gran serenidad para enfrentar los complejos retos que vienen. Han dado un paso gigantesco con su triunfo. Ahora, deben trabajar inteligentemente para atender las necesidades más urgentes de la población: abastecimiento de productos esenciales, estabilidad económica, control de la inflación, lucha contra la delincuencia, freno a la corrupción y al narcotráfico, protección de los derechos ciudadanos, etc.
Será indispensable dialogar con los sectores más realistas del grupo gobernante, aquellos que entienden que la política de trincheras no le sirve a Venezuela. Es evidente que se ha producido un cambio profundo en el sentir de la sociedad, y lo lógico será asegurar más adelante, mediante los procedimientos legales, que la mayoría ejerza la conducción del país. La tarea del cambio requerirá un nuevo gobierno.
Esperemos que la patria de Bolívar transite hacia una democracia en forma. No será sencillo porque el chavismo ha cometido demasiados abusos, que incluso forzaron a miles de venezolanos a marchar al exilio. Se requerirá, pues, mucha buena voluntad para asegurar el tránsito pacífico hacia un Estado de Derecho irreprochablemente democrático, en el que los gobernantes tengan claros los límites de su poder y, por ejemplo, no puedan disponer de los recursos públicos como si fueran propios.
Maduro y su gente cometerían un error colosal si se propusieran resistir el avance de la sociedad venezolana hacia la normalidad democrática, hacia una convivencia en la que no sea necesario vestirse con los colores de la bandera o del partido gobernante, en que sean posibles la diversidad cultural y política, en fin, una sociedad abierta, en la que vayan quedando en el pasado las consignas de la división y el odio.
Es difícil imaginar que Maduro siga al frente del gobierno Por supuesto que la perspectiva de la renovación exigirá un cambio de gobierno
El ex presidente del gobierno español Felipe González declaró que el resultado electoral en Venezuela ha sido “un grito cívico de rebeldía por el cambio”. Tiene mucha razón. América Latina debe apoyar ese cambio, debe ayudar a que los venezolanos avancen hacia un mejor futuro, hacia una vida sin miedo.
Ha costado mucho que la libertad eche raíces firmes en nuestro continente, pero los venezolanos acaban de demostrar que hay que batallar por ella hasta en las condiciones más difíciles. Bravo por Venezuela.