La presidenta Michelle Bachelet, fiel a su compromiso de campaña, ha cumplido con lo prometido, enviar al Congreso Nacional, las reformas emblemáticas del programa gubernamental, que la eligió con una alta mayoría para un segundo mandato, a cargo de la conducción del país.
Nada nos puede mover a confusión, las transformaciones sociales que el país necesita son ampliamente conocidas por toda la ciudadanía. Se dijo hasta el cansancio durante la campaña presidencial que, al menos tres reformas irían a discusión de inmediato al Parlamento, y así se ha hecho: tributaria, educacional y laboral.
A la derecha política podrá gustarle o no estas Reformas, están en su legítima opción; de hecho con minoría en ambas Cámaras, han tratado de obstaculizar al máximo los procesos legislativos, cumpliendo su tenaz rol opositor, ante el necesario avance de una mayor igualdad en el país.
Lo increíble es el poderoso partido de los grandes empresarios, que en sus respectivas agrupaciones gremiales, se oponen a todo y con todo, argumentando crisis económica, desempleo e inestabilidad, problemas en los mercados financieros, especialmente de capitales extranjeros. Inventando una campaña del terror dentro y fuera del país. Las mil plagas de los infiernos caerían sobre nosotros.
En resumen el caos total.
Y eso sólo porque la Presidenta se atrevió a modificar las leyes de amarre que dejó Pinochet para uso y usufructo de los poderosos, que amparados por la Dictadura, se apropiaron del patrimonio nacional, cambiaron la Constitución del Estado y eliminaron de raíz todas las conquistas de los trabajadores.
Para los desmemoriados es bueno recordar que el régimen militar sometió a un plebiscito la Constitución de 1980 que en lo medular hasta hoy nos rige.Fue hecha entre cuatro paredes, sin consultar a nadie, un traje a la medida del dictador para eternizarse en el poder
El Grupo de Estudios Constitucionales, levantó la voz, para advertir a la ciudadanía de la atrocidad e ilegalidad que se cometía con esa Carta Fundamental, cuyo origen espurio no resistía análisis alguno. Prestigiosos constitucionalistas advertían los peligros que acechaban al imponer tal aberración.
La escasa oposición de la época no tuvo posibilidad alguna de manifestarse, ante el país.La mayoría de los medios de prensa, diarios y canales, estaban presos de su propio temor al régimen, los partidos políticos proscritos, las universidades enclaustradas, colegios profesionales y sindicatos diezmados, el debate constitucional jamás existió.
Eduardo Frei M, llamó a una concentración pública en el histórico Caupolicán, con muchas dificultades para reunirnos, denunció ante el país, la imposición arbitraria a que era sometido el pueblo chileno. Exigió formar una Asamblea Constituyente, abrir los registros electorales, legalizar los partidos políticos y someter la Carta Fundamental a un plebiscito, libre e informado.
Fue un grito angustioso, que no tuvo eco alguno, se perdió en el vacío, por el contrario la represión se ejerció cada día con mayor violencia contra todos los que nos oponíamos a ser esclavos, en nuestra propia patria. A partir de esa afrenta nace la imparable semilla de libertad.
La Constitución que hasta hoy nos rige a sangre y fuego con algunas modificaciones hechas en el Gobierno de Ricardo Lagos, no satisface, ni permite el proceso modernizador que el país demanda para alejarnos de los fantasmas del pasado que a nada bueno conducen.
Una “Nueva Constitución Ahora”, se requiere con urgencia sin mayor demora: participativa, informada, generada de un amplio acuerdo social, que represente a una sociedad diversa e inclusiva, respetuosa de las minorías, pluri-nacional, donde los derechos humanos sean respetados y las riquezas naturales sirvan para todos los chilenos y chilenas .
El resto son palabras que el viento se lleve lo más lejos posible.