Es bien sabido que para las naciones democráticas, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres se considera como uno de los principios básicos. Para muchos resulta obvio que una mujer pueda tener los mismos derechos que un hombre en cuanto a lo que a empleo se refiere, aunque en muchos otros países este resulte ser un elemento completamente externo a su cultura pues ellas sólo se limitan a limpiar el hogar, cuidar de los niños y permanecer alejadas en la cocina.
No resulta nada raro ver muy frecuentemente esta situación en países machistas donde al parecer suelen pasar por alto los derechos humanos como Arabia Saudita.Lo sorprendente es aún encontrarlos en Chile, un país en el que supuestamente la igualdad tiene un valor fundamental pero en el que todavía podemos ver dueñas de casa totalmente devotas y subordinadas a la voluntad de los hombres, y esto gracias a que jamás se les han otorgado las herramientas necesarias como para que reconozcan su propio valor como persona.
No es como si ser ama de casa no fuera un trabajo digno de admiración para quien realmente disfruta haciéndolo, eso está claro, pero lo interesante es preguntarse ¿cuántas de esas mujeres desearían ir a la oficina, cuántas de ellas superarían incluso a sus mismos jefes si se les dieran las oportunidades de educación requeridas, cuántos problemas a nivel mundial serían resueltos si su opinión fuera escuchada?
Hace un par de semanas tuve una oportunidad única en la vida. Tuve el privilegio de recibir, junto con una gran cantidad de compatriotas que esperaban ansiosos agitando sus banderas, a la famosa Esmeralda en el puerto de Londres. No sólo fue una ocasión irrepetible en la que me pude dar cuenta de la grandiosa labor que realizan las Fuerzas Armadas para con el país, sino que además pude hablar con algunos tripulantes del buque. Sin duda, el tema más tocado a lo largo de toda la visita fue la reciente incorporación de la mujer al mundo de la navegación, y cuáles han sido los cambios que se han producido desde aquel entonces.
Si bien es cierto que ante todo debería prevalecer la igualdad como base fundamental, existen algunos factores que a veces la dificultan; en el caso de la navegación, los que más afectan son las modificaciones que se deben hacer en cuanto al diseño del navío ya que deben haber ciertas infraestructuras específicas para las mujeres (habitaciones y baños exclusivos para ellas), la modificación de algunos puestos y labores dentro de la embarcación ya que evidentemente no se le puede exigir la misma fuerza física a ambos géneros, pero el más influyente es la adaptación que se debe hacer a la carrera, puesto que si se da el caso de que alguna quedase embarazada, deberá estar de baja y, por obvias razones, dejar el cargo por un tiempo.
Todos estos ámbitos parecían complicar bastante la situación hace pocos años atrás; actualmente, para las jóvenes que desean navegar esto ha cambiado y en efecto, están teniendo la oportunidad de realizar las mismas funciones que los varones y, por supuesto, esperan la misma remuneración por su trabajo.
La mayoría de los navegantes de La Dama Blanca parecían estar de acuerdo con la decisión, sin embargo lo que llamó mi atención fue que al conversar con un grupo de mujeres ellas me dijeron que aunque consideraban que la sociedad chilena había evolucionado notablemente y prueba de esto era su incorporación a la Marina, no estaban totalmente conformes con el cambio a nivel nacional y argumentaban su postura afirmando que aún había discriminación hacia ellas en varios aspectos.
Desafortunadamente si miramos a nuestro alrededor podemos ver que algunas compañías incluso evitan contratarlas debido a que no están dispuestas a realizar tales modificaciones en la carrera y, de hecho, se sabe que muchas de ellas no reciben el mismo salario que sus colegas masculinos, siendo que ambos han invertido el mismo tiempo adquiriendo conocimiento y experiencia profesional.
Entonces, teniendo las oportunidades necesarias para que el género femenino pueda exitosamente formar parte de las empresas pero conociendo también que el menosprecio aún es frecuente yo me pregunto, ¿cuándo se logrará la verdadera igualdad?
¿Qué se requiere exactamente para encontrar el perfecto equilibrio y que la balanza de poder y oportunidades no se incline más de un lado que de otro? Tras largas horas de ahondar en el tema he llegado a concluir que la igualdad que muchas buscamos no se trata de hacer que ambos, hombre y mujer hagamos las cosas de la misma manera; es obvio que dependiendo de nuestro género será como actuemos y nos enfrentemos a la vida, pero si siempre procuramos respetarnos y recordar que no existe un sexo superior tal vez podamos hacer que nuestro entorno sea muy diferente y cada vez puedaabrirse un abanico más amplio de posibilidades para cada quien.
Así pues, esa justicia que muchos alrededor del mundo exigimos no consiste en dar lo mismo a todos, sino en dar a cada uno lo que necesita.