Cuando establecemos un sueño y una meta, a corto, mediano y largo plazo, por lo general nos olvidamos de algunos “pequeños” detalles. Y es justamente allí donde las cosas se van dando paso a paso, y es posible que irrumpan situaciones que no deseamos, o bien, si fueron anheladas en el pasado, ya no hacen tanto sentido en el presente. La fama y popularidad puede ser uno de estos ejemplos.
A través de los años he podido trabajar mano a mano con grandes líderes y referentes de distintos campos, a nivel internacional: artistas sumamente destacados, deportistas de elite (incluyendo las grandes figuras del fútbol y el boxeo mundial), políticos, empresarios, creativos y referentes de alto vuelo.
Lo que comprobé, sin excepción, es que querían trascender y ser conocidos, aunque, cuando ese aspecto llegó a sus vidas, deseaban volver atrás el tiempo y que las cosas fueran diferentes. El acoso en la calle, la interpretación de sus dichos tomados como opiniones a rajatabla y aspectos de la vida personal transformado en alimento para las fieras, son parte de la cosa.
Nacidos con un Don
Es por eso que el don, las habilidades con las que la creación nos ha dotado, se convierten en un buen salvavidas que resguarda de múltiples tempestades, y nos permite atravesar situaciones desafiantes, dotándolas de sentido.
Cuando una figura se transforma en pública, por lo general una parte de ese ser humano pasa a ser compartida con millones de otros; es como si les perteneciera, y es precisamente este desdoblamiento y pérdida de la intimidad lo que más molesta o cuesta aceptar como parte del rol social.
Doblemente comprometido es el asumir el trabajo del comunicador, que multiplica en su quehacer situaciones de todo tipo. Cada palabra, cada gesto, cada pregunta y cada respuesta se transforman en una prueba de asertividad.
Una vez, uno de los dos más grandes futbolistas de todos los tiempos me confesó: “es como si estuviese en un juicio con un jurado que dictaminará qué está bien y que está mal de lo que voy haciendo, diciendo y hasta sintiendo.” Clara y contundente esta definición de lo que representa la fama.
Uno de los mayores desafíos que afrontan grandes figuras públicas o que trascienden hacia las multitudes, es el de mantenerse en equilibrio pese a todo tipo de circunstancias. Parte de la tarea de autoconocimiento consiste en asumir ese rol social como parte del contrato con su forma de expresión en este mundo físico. Será más llevadero en tanto puedan sostener el enfoque en ese don que por lo general descubrieron desde niños, aunque hasta décadas más tarde lo verían plasmado en algo tangible.
Un aspecto igualmente significativo es el de la dependencia de los demás. Por lo general, el moverse en entornos altamente competitivos, desarrollar tareas de altísima exposición y formar parte de ese indefinido mundo de lo que solemos llamar “la opinión pública”, somete a los personajes famosos en rehenes de su propia vida. Por eso, otra de las claves es la de trabajar la humidad, el sentido de logro desde lo individual hacia una profunda transformación en el mundo global, y cuál es su aporte: en definitiva, su misión de vida.
Darlo todo, poner la profesión por delante del Ser humano; dejar hasta la vida en pos de lo que los demás esperan de nosotros, es algo común en la gran mayoría de los seres humanos.Lo curioso es que, cuando se produce algún acontecimiento disruptivo en la vida –una pérdida, enfermedad, fracaso- hay una vuelta al origen, para volver a darle sentido a la existencia, para encauzar el proyecto personal y profesional por canales más sanos y apropiados para nuestro nuevo ser.
En estos días se ha despedido de la televisión Don Francisco. El trabajo que lleva como cara visible de un equipo de personas, bajo la denominación de “Teletón” en Chile, es un ejemplo de cómo se puede contribuir al bien común a partir del don personal.
Más allá de los matices, discusiones y puntos de vista operativos de la Teletón, lo que importa en estos casos es centrarse en el resultado positivo. Según la gran mayoría de los testimonios que se conocen, los pacientes con capacidades diferentes, amputaciones y limitaciones de distinto tipo, han encontrado un nivel de satisfacción y de contención que no hallaron en otros lugares o servicios públicos o privados. Entonces, una vez más, el resultado es lo que hace la diferencia. Entendiendo que siempre se necesitan la transparencia y confiabilidad, todo lo demás son opiniones. Y las opiniones son como las narices: todos tenemos una.
Sobre Don Francisco, o en verdad, Mario Kreutzberger –porque aquí ya estamos hablando de la persona- dicen que el único día en que no hizo su programa de TV más popular fue aquel en que falleció su madre. Recientemente declaró: “en esta etapa de mi vida lo que más quiero es aportar y ojalá pueda hacerlo de la mejor manera”. Su creación “Sábado Gigante”, según se ha anunciado, llega a su fin este septiembre, dejando el record de ser el programa que lleva más años al aire en la historia de la televisión mundial: 54 temporadas.
Entonces, el ser humano y el personaje; el hombre y el comunicador, seguramente estarán más que satisfechos por estos logros y experiencias. Y de esto se trata la vida.