De acuerdo a la encuesta CEP los chilenos son bastante felices pero tiene una muy pésima idea de casi todo lo que les rodea. Un 82% se declara satisfecho de su vida y casi un setenta por ciento contento con su actividad laboral, pero solo un 25% cree que los demás están contentos con la suya.La mayoría piensa que el país está “estancado” y que la economía se mantendrá igual o empeorará, al igual que la situación política, que es muy mala y no cambiará.
Pero esa misma mayoría manifiesta muy poco interés en la política y en informarse de ella. Por si fuera poco, el 90% dice que no trabaja ni ha trabajado nunca por un candidato, lo que hace presumir que tampoco lo hará en el futuro. O sea,la mayor parte de los chilenos dice que él está bien, los demás están mal y el país va peor, pero que además, no está dispuesto a hacer mucho por cambiar la situación.
Escándalos políticos, corrupción, desorientación, reducción del crecimiento económico, todas estas son razones que explican esta reacción negativa, aunque ellas no alcanzan a resolver la aparente contradicción entre la satisfacción personal y frustración colectiva.¿Cómo puedo sostener al mismo tiempo que yo estoy muy bien pero el resto es muy desgraciado?
Es bueno saber que esto no pasa solo en Chile. En Estados Unidos por ejemplo ocurre algo parecido. En una encuesta encargada por la revista The Atlantic y el Aspen Institute en junio de este año, 75% de los norteamericanos declaran que el “sueño americano” está “estancado” y una mayoría piensa que el país va irremediablemente en un curso equivocado.Sin embargo un 85% y un 86% respectivamente se declaran felices con su vida, y optimistas respecto de su futuro personal.
Otra encuesta de esta semana (Washington Post- ABC News) halla que 72% de los norteamericanos consideran a los políticos “no confiables”. En América Latina es lo mismo. Latinobarómetro ha mostrado que un 74% de los latinoamericanos se declaran satisfechos con su vida y al mismo tiempo, profundamente disgustados con la situación de sus países y de sus sistemas políticos.Una tendencia que se prolonga por más de una década.
¿Por qué la gente puede estar feliz consigo mismo e indignado con el resto y especialmente con los políticos? Una razón bastante obvia puede ser que la gente se siente protegida solo en la intimidad de la familia, los amigos y el trabajo y ve el entorno como algo ajeno y amenazante.
Aunque esto solo adquiere su verdadero significado si se pone en el contexto de la ideología de la época: en la lógica del individualismo posesivo la sociedad es ilusoria y lo colectivo es adversario, la idea de Patria se sublima a sus aspectos marciales o deportivos y la Nación solo existe en el folklore y la xenofobia. El individuo acoge lo externo solo si le ofrece algo concreto, nunca si lo perturba con ideas colectivas, menos aún con debates sociales. Hay ecos de esta música en todas estas encuestas.La idea de comunidad se declara desaparecida.
En esto el rol de los medios es determinante. Si todo debate político se construye como el conflicto entre las ocultas pasiones de individuos dotados de poder, es evidente que la gente verá los partidos como asociaciones canallescas. Si toda discusión genera desorden y polarización, y toda opinión constituye una“arremetida”, (“acometer con ímpetu y furia” dice el diccionario) -es solo natural que la gente sienta que el espacio de la política constituye una amenaza seria contra su vida personal, la de su familia y su trabajo.Y si es verdad, como creen algunos antropólogos, que las “creencias” de la gente son solo técnicas psicológicas desarrolladas para acomodarse individualmente a situaciones de poder, hoy, cuando el poder está menos en las instituciones políticas que en quienes las relatan, las creencias de la gente no hacen más que acomodarse al discurso recibido.
Naturalmente que los políticos sean sorprendidos cometiendo actos ilegales y abusos de poder, entrega la coartada perfecta para ejercer a plenitud el repliegue individualista y la cancelación de cualquier comunidad.
¿Qué hacer ante todo esto? Aquí en Estados Unidos se escribe que los candidatos “deben conectar” con el optimismo individual y dejar de subrayar los males colectivos.
¿Pero cómo podrían hacerlo? Si el optimismo individual está precisamente condicionado por su contradicción con lo colectivo, ¿como podría convocarlo quien por definición representa lo colectivo, y que tipo de discurso podría ser aquel que requiere de una suma de ofertas individuales?
Ahora, como las elecciones están en el mundo para quedarse, algún tipo de liderato habrá de proyectarse y hoy, en varios lugares importantes hay dos “tipos” que se perfilan con insistencia: e ldel que llamaremos “el animador” que condena las elites y celebra el individualismo, y el del “doctrinario” que desea reconstituir el bien común mediante la ideología. Aquí en Estados Unidos son Donald Trump, el populista de derecha, y Bernie Sanders el demócrata de izquierda; en Europa el cómico populista italiano Beppe Grillo y el nuevo líder laborista de Inglaterra Jeremy Corbyn.
No veo estas opciones deseables para Chile. La reconstitución del bien común que permita construir los puentes entre el individuo y la sociedad solo puede venir de grandes consensos sociales y políticos. Nunca, desde la lucha contra la dictadura, han tenido nuestros dirigentes una tarea tan desafiante.