Una de las razones profundas detrás de las manifestaciones juveniles de estas semanas, aparentemente incomprensibles para algunos, reside en el éxito de las políticas sociales de nuestro país.
La notable caída de la mortalidad infantil, los miles de angelitos salvados que han logrado entrar a la educación, se hacen presentes en la demanda por mayores beneficios para poder seguir creciendo.
Es la transición poblacional con su Bono Demográfico que entrega a la sociedad un contingente de jóvenes que superan las dificultades iniciales de la vida y la pobreza para entrar en el desarrollo de una juventud pujante, voluntariosa y combativa. Son probablemente la expresión más intensa, más valiosa de lo que tenemos en esta etapa de nuestra evolución socio-económica.
Más de cien mil desfilaron esta semana por las calles de nuestras ciudades. En mi pueblo adoptivo, Curacaví, los liceos están también en paro, y dicen que ahí nunca pasa nada.
Es cierto, las demandas parecen maximalistas, algunas utópicas, otras francamente fuera de tiesto. Algún columnista escéptico dice que todo terminará en nada, otro que hay manipulación evidente, que los pingüinos del 2006 pasaron sin pena ni gloria, otros clamarán al fracaso de la política y las incapacidades de la nueva forma de gobernar que no percibe nada. Puede que todos tengan algo de razón, pero es evidente que aquí hay algo muy profundo.
Miremos un poco la historia y veamos el aporte de la salud pública a Chile.
Controlar la desnutrición que mataba e incapacitaba a centenares de miles de niños, con vacunas erradicar el sarampión , que cada año ocasionaba la muerte de dos o tres mil niños, terminar con las diarreas infantiles, atender con matronas los partos y espaciar los nacimientos, dar educación básica a las niñas y jóvenes.
Todas esas intervenciones desde la salud materno infantil fueron poco a poco dando origen a la sobrevida de miles de niños, salvando miles de vidas, jóvenes hoy que están en plena vitalidad buscando su camino.
La salud pública entregó a Chile su aporte en este acto significativo que se expresa hoy en las marchas de centenares de miles. La respuesta deberá ser generosa y oportuna.
El Bono Demográfico puede perderse y nuestro país pasar a ser una sociedad frustrada y anárquica. Los países asiáticos, los llamados tigres, recogieron su bono demográfico, dieron educación, capacitación y trabajo a sus jóvenes y alcanzaron el desarrollo. Corea, Malasia, Singapur son los ejemplos.
Nuestro capital social ha salido a la calle.
No desperdiciar esta coyuntura histórica es una obligación moral y política.
Señores políticos, dondequiera que se encuentren, escuchen la voz de los jóvenes.