La decisión del Alcalde Sabat de no competir en las próximas municipales es un hecho político de alto impacto. No sólo se va producir una re-definición de los equilibrios político-electorales en la comuna de Ñuñoa, sino también va terminar una conducción que se prolonga por muchos años -20 años- y que está asociada a prácticas autoritarias de corte cacical.
Sabat llegó al municipio como funcionario hace alrededor de 35 años.Posteriormente, a fines de los ochenta es designado Alcalde por Pinochet. Luego, renuncia a su cargo para competir por un escaño por el distrito # 21 en las parlamentarias de 1989. En esa ocasión va como independiente y obtiene casi 15 mil votos y alcanza el 12% de las preferencias de la comuna. En esa elección es la tercera mayoría individual detrás de Gutenberg Martínez (DC) y Alberto Espina (RN).
Vuelve a la competencia electoral para las municipales del 1992. Como militante RN obtiene la primera mayoría al subir su votación a 25 mil preferencias y lograr el 24%. Desde entonces sigue su ascenso. En el ’96, sube al 31% con un poco más de 28 mil votos y se convierte en Alcalde. En el 2000, hay un alza significativa al subir a 58 mil votos (59%). No hay duda, sus números son espectaculares.
Desde el 2004, la votación de Alcaldes y de Concejales se separa definitivamente. Mientras por un lado, la votación de la derecha y de su partido a nivel de Concejales se debilita, por otro, Sabat consolida su votación con cifras similares a las de la elección anterior: 57 mil votos y el 61% de las preferencias. En la elección del 2008 hay una baja leve: 55 mil votos y el 57% de las preferencias.
Y llegó la elección del 2012. Sin duda, una sorpresa. Sabat estuvo a 30 votos de perder la elección. Su votación bajo al 45% al perder 21 mil votos. ¿Qué explica esta situación?
La explicación se encuentra –a modo de hipótesis- en que sus electores no fueron a las urnas en el marco del agotamiento del gobierno de Piñera y de un desgaste en su gestión asociada a los problemas de la clínica inconclusa, a los problemas que tuvo con la reconstrucción y por la movilización estudiantil-ciudadana ocurrida en la comuna en el 2011.
Por tanto, estos resultados no se explican por el alza de la oposición local. En las elecciones del 2004 hay tres listas para Alcaldes: la derecha, la Concertación –con la DC, Jaqueline Saintard- y el Juntos Podemos -con el Humanista Bustamante. Saintard obtiene 29.681 votos (32%) y Bustamante 6.815 votos (7.3%). En consecuencia, el progresismo local –DC incluida- es derrotado por Sabat por 20.500 votos.
En el 2008, la situación es similar: Sabat nuevamente vence a las fuerzas progresistas de la comuna en una elección a tres bandas: la derecha, la Concertación y la fuerzas no duopolicas. La Concertación con la socialista Danae Mlynarz sube su votación en 2.600 votos al llegar a las 32.279 preferencias (34.3%). A su vez, Sobarzo obtiene 6.726 votos (7.1%). En conjunto, las fuerzas “no Sabat” logran 39.000 votos equivalente al 41.4%. El cacique de Ñuñoa vuelve a imponerse ampliamente; no obstante, la distancia se reduce a 16 mil votos.
Así, llegamos a la épica del 2012. En esta elección, los progresistas de la comuna van en tres listas –y no en dos como había sido la costumbre-. La Concertación con Maya Fernández, los humanistas con Gálvez, el Partido Igualdad con Matías Mlynarz y la derecha con Sabat. Las fuerzas progresistas logran 42.083 votos (55%) y la derecha al bajar de manera significativa su votación llega a 34.247 preferencias (45%).
La Concertación con el PC incluido –lo que podríamos llamar Nueva Mayoría- obtiene 34.217 votos; superior en 1.938 y en 4.536 votos al 2008 y al 2004 respectivamente. Un alza muy leve. De hecho, la “vieja concertación” en esta elección sólo logra sostener su votación debido al apoyo de los comunistas. A su vez, los no duopolicos –sin la votación del PC- suben un poco más de mil votos al llegar a 7.866 preferencias. En rigor, son los únicos ganadores.
La salida de Sabat del municipio es la expresión de una debilidad múltiple: física, mental, electoral y política; física, porque está enfermo; mental, porque está cansado y necesita nuevos aires; electoral, porque ha perdido votos y política, porque ya no puedo convencer ni articular.
Este hecho, sin duda, va impactar de manera significativa a la derecha de Ñuñoa y en la correlación local de fuerzas. Por tanto, su resultado a nivel de alcalde es incierto no sólo porque no se sabe si podrá recuperar votación, sino también porque Sabat concentraba una importante cantidad de votos del sector y estimulaba mucho voto cruzado.
La derecha local no sabe si podrá recuperar votación. En la última elección –como hemos visto- la derecha con Sabat perdió 21 mil votos. En Concejales tuvo una baja similar. A nivel de Alcaldes la derecha está abajo del progresismo local en 8 mil votos y empatada con la Nueva Mayoría. ¿Quién está en condiciones de revertir esta situación: ¿Benavides, Zarhi, una figura nacional potente?; ¿qué rol va jugar el cacique de Ñuñoa en la próxima elección, más allá, de influir en el sucesor de corto plazo?
Sabat concentraba votos de la derecha. En efecto, en el ’92 capta el 55% de la votación; en el ’96 sube al 73% y en el 2000 al 96%. En consecuencia, sin Sabat ¿qué hará la derecha local?; ¿podrá endosar votos y transferir votación como todo cacique clásico?
Con Sabat hay voto cruzado. Desde el 2004 la elección de Concejales y Alcaldes se separa. Se observa, por tanto, que siempre la votación a nivel de Alcaldes fue mayor que la que obtiene la derecha a nivel de los concejales. En el 2004, la diferencia es de 12 mil votos; en el 2008, de 10 mil votos y en el 2012 de 5 mil votos. Este hecho, implica que hay voto progresista –principalmente, Concertación- a nivel de los concejales que vota por Sabat. Esto, ya no va ocurrir.
En consecuencia, la elección del 2012 marca un punto de inflexión: Sabat y la derecha a la baja y el progresismo local al alza.
Es más, la emergencia de la plataforma social y política del 123, la fuerza del mundo ciudadano de Ñuñoa, el trabajo político y social de Maya Fernández desde la diputación y el vínculo de algunos concejales con el mundo social, generan las condiciones políticas, sociales y electorales para derrotar a la derecha en el control que tiene hace décadas del municipio.
No hay que olvidar, finalmente, que la próxima municipal no se da en el vacío. Hay un contexto político y económico que define de manera importante sus rasgos y sus resultados.
Así, ocurrió en el 2000 y en el 2012. Es evidente, que no será un escenario favorable para las fuerzas progresistas. De hecho, esto podría anular las debilidades que presenta hoy la derecha local y, a su vez, frenar las positivas perspectivas para el progresismo local. Por ello, la unidad asegura el triunfo, la dispersión, lo pone en duda.