Dentro del universo de las adicciones, las políticas de estado, ONG, la educación y hasta la misma familia como núcleo formador de las nuevas generaciones, con mayor o menor éxito se enfocan en paliar algunas de ellas. Drogas, alcoholismo, tabaco, comida y la cada vez más frecuente, al trabajo, son sólo algunas de ellas.
Sin embargo, hay una adicción que padece el 95 por ciento de la población y de la que nadie habla. De tan cotidiana, parece estar incorporada de manera natural y conveniente en la rutina y la operatividad diaria, que la hacemos pasar desapercibida.
Esta adicción, tan potente y cruenta como las mencionadas, es la del pensamiento negativo. Se trata de mecanismos muchas veces inconscientes en los que procesamos las ideas y situaciones que acontecen, y que como única arma, en primer lugar, las catalogamos con el signo de lo negativo.
Es tan potente la condición automática de procesar las cosas primero desde lo negativo, que solemos no tomar conciencia de su poder y de todo lo que nos limita. Así, una oportunidad de crecimiento profesional puede llenarnos de miedo; una conquista amorosa, de incertidumbre y parálisis; una enfermedad, de agravamiento de los síntomas; y un momento de disfrute con amigos y seres queridos, usualmente el 95 por ciento de la gente lo transforma en un espacio para quejarse y criticar a otros.
¿Te resulta conocida la historia? Los seres humanos somos animales de costumbre; por lo que si hacemos algo una suficiente cantidad de veces, resulta complejo para el inconsciente discernir cuál sería la mejor actitud a asumir frente a lo que se presenta. Y por lo general, se elige empezar por lo negativo.
Además de una carga muy grande de frustración, desgaste de energía y sensación de no futuro, las personas en esta condición generan un entorno igualmente negativo ya que es verdaderamente desafiante invitarlos a que consideren otro punto de vista, más neutral si se quiere, como un primer paso para salir de ese espiral negativo que siempre es descendente: te tira y te chupa hacia abajo. Nunca hacia arriba.
Algunas de las emociones que despiertan esta reacción automática que padece la gran mayoría de las personas son rabia, odio, culpa, celos, miedo y envidia; que se manifiestan en pensamientos obsesivos y recurrentes, rigidez, preocupación exagerada, fantasías siempre catastróficas y la letal combinación de la mitomanía, que es la adicción a mentir.
Si a esta adicción le sumamos sus manifestaciones, el panorama se completa con un ajedrez nada positivo: las hay a sustancias –como las mencionadas al comienzo-; a actividades –como el juego, ejercicio físico en exceso, cirugías plásticas, trabajo y a personas, relaciones enfermizas, codependencia, manipulación psicológica, agresión-.
Cómo tomar conciencia
Estudios científicos han investigado que para neutralizar un solo pensamiento negativo se necesitan al menos unos 33 pensamientos positivos; por lo cual podemos darnos cuenta de la potencia y la forma en que nos afecta permanecer en ese espiral destructivo la mayor parte del tiempo. Una cosa es un enojo por algo en particular –que siempre es conveniente dejar resuelto lo antes posible-, y otra es articular la vida alrededor de ese estado interno.
Por eso muchas manifestaciones físicas de enfermedades según múltiples estudios de la ciencia, se asocian con el pensamiento negativo. Es, literalmente, una lucha sin cuartel que baja las defensas, corroe el sentido de supervivencia humano, y se limita en extremo el poder de aprendizaje aún de las cosas más difíciles.
Como dicen los anuncios, “ante cualquier duda o síntoma, siempre consulte con el médico”. En este caso, las terapias de profesionales, la consulta con médicos sensibles y abiertos, la participación en grupos terapéuticos específicos y el nutrirnos con herramientas de autoconocimiento, son parte del proceso para superar la adicción al pensamiento negativo.
Leer libros que nos eleven; ver películas que no sean cruentas ni agresivas; establecer conversaciones amables; referirnos a otros y a nosotros mismos con sensibilidad, son parte de la observación cotidiana por la que puedes comenzar a cambiar estos patrones.
Si pensamos que nuestro paso por este mundo es apenas un soplo en la eternidad, vale la pena proponernos un cambio. A veces, un pequeño giro en un hábito poco saludable dispara la alternativa de encarar la vida con nuevo entusiasmo y ánimo.
Los episodios que podemos catalogar como “negativos” seguirán presentes, ya que forman parte de la condición humana. Aunque poco a poco iremos apagando su potencia, y los reemplazaremos casi automáticamente por otros más saludables.
Vale la pena probar y hacer el camino de auto conocimiento para superar la adicción al pensamiento negativo: y lo más reconfortante es saber que se puede lograr si persistimos en ese camino. Y, sobre todo, si lo elegimos a conciencia y poniendo todo para cambiar.