05 jul 2015

¿Crisis política o ideológica?

Es un lugar común el señalar que Chile está en una crisis, frase que se usa para definir una situación de la que se dan múltiples interpretaciones.  La mayoría de las veces es para expresar un camino final a la derrota o un camino sin retorno.

¿Cuál es la definición correcta?

Es el momento en el que el problema se produce por la incapacidad de las estructuras que deben  resolverlo y se hacen inútiles o insuficientes.  A su vez esa circunstancia se puede resolver aplicando un acto de rectificación en esas estructuras o solucionando el problema provocador.

Lo que quiero señalar entonces es que,  el significado de “crisis” tiene alternativas de destrucción o capacidad de solución.  Es como la crisis de la adolescencia o la crisis de la adultez.

En el caso nuestro estoy seguro que lo de hoy lo podremos solucionar.  Es el triunfo de la voluntad nacional que requiere la convicción nacional de nuestra Fe en el futuro.

¿Es que estamos en una crisis política? Creo que sí, pero pienso que ella viene de la crisis ideológica o cultural. 

Una de las tantas definiciones,   a la que adhiero, es la de Ortega y Gasset:  “la cultura  es la capacidad de una sustitución, movimiento,  un partido político o una idea de mantener su alma  mater fundacional a pesar de los cambios  en cada época  o las circunstancias  externas”.  Es esto lo que pasa en Chile?  Creo que sí, y en cada  institución o partido político y en cada organización  social importante.

Los partidos son los más afectados.  No digo  que no deban adecuarse a la modernidad, pero lo que no deben hacer es que se pierda  su alma mater en la concepción de Ortega y Gasset. Basta señalar algunos ejemplos.

La derecha de hoy ha renunciado a postulados básicos de su fundación en el sentido libertario de la vertiente liberal o el orden cristiano de la corriente conservadora.  Al producirse este fenómeno tuvieron que unirse hasta perder identidad con varios referentes que confunden más  al pueblo chileno hasta crear la entelequia de la “centro derecha”.

En la democracia sucede,  en los hechos,  un fenómeno muy similar, la Falange y luego el Partido Conservador Socialcristiano nacen, desde su propia fundación y luego al unirse en 1957 para cambiar el mundo y combatir el capitalismo “volando contra  el viento”  era una expresión   de rebeldía   que interpretaba  a los jóvenes y trabajadores.  Hoy muchos demócratas  cristianos sienten que el partido es ahora  un partido moderador  donde la tentación de aliarse con la Derecha está siempre en discusión.  Como está presente  la tentación de preteritar la Nueva Mayoría públicamente y sin tapujos.  Cuando nos opusimos felizmente perdieron ese intento.  Por lo tanto, también parte de la DC se acoge  “al centro político” como un camino menos resistido.

Finalmente, la izquierda clásica en Chile ha sido multifacética desde que apareció en ella la estrategia del Frente Popular que significó desde 1938 una suma de Partido Marxista y Social- demócrata que aumentó su poder electoral, pero contrajo su unidad permanente a un conflicto ideológico.  Esto mismo significó una preeminencia del Partido Comunista  y la división  de los otros partidos por las distintas formas de tratarlos.

El Partido Socialista se balcanizó  en fracciones casi irreconciliables  al igual que el Partido Radical que se dividió  en tres fracciones durante la Dictadura del 1973.

En cuanto a las instituciones civiles o religiosas también han sufrido cambios que han puesto en peligro su mensaje fundacional.  Me refiero  a la Iglesia Católica y la Masonería que han debilitado  su acción justamente por esa razón que fue muy notorio  en esta última durante la dictadura de Pinochet .

Por eso señalo que la crisis de los  últimos años comienza en la crisis ideológica que abre paso a la desconfianza ciudadana.

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  • Jorge Lizama León

    Más que una crisis ideológica, me parece que en Chile se ha producido una descomposición del ejercicio democrático por la imposibilidad del poder político de sustraerse a la influencia del poder económico. Este último ha utilizado de manera más ventajosa que el resto de la ciudadanía todos los recursos de manejo de la información que han traído los avances tecnológicos, concentrando en forma absolutamente asimétrica la capacidad de toma de decisiones. Sin embargo, el estado aún ha tenido mecanismos de defensa, en el accionar de ciertas instituciones que no han sucumbido a esa influencia. La salida a este problema, presente en mayor o menor medida en todas las democracias occidentales, no se ve simple. Tratar de utilizar la receta de una democracia tradicional para enfrentar esta compleja situación, resulta totalmente utópico. Desde la ciudadanía tendrán que surgir nuevas ideas, nuevas formas de organización, que le devuelvan su capacidad de recuperar para el pasís un rumbo más moral que pragmático. Lamentablemente ello no se ve muy posible en el corto plazo.