29 jun 2015

El que espera, des-espera

Los conflictos  que  resultan de una espera larga con resultados infructuosos  suelen  ser el resultado de una firme determinación: ya no se puede continuar esperando. “Des”  indicaría entonces la firme determinación de no continuar aguardando y actuar.  Este paro docente y la decisión de  continuarlo a pesar de los problemas que genera y de  las consecuencias  que traerá sobre todos  los actores (quienes están en paro y quienes sufren el paro) es por lo tanto el resultado de una decisión que nace de una reflexión de muchas décadas y no, como  se ha sostenido, una extorsión hacia las autoridades exigiéndoles el retiro del proyecto de carrera docente.

Cuando una mujer, víctima por años de  violencia conyugal, decide abandonar el hogar llevándose a sus hijos “así mi pareja quizá se decida a detener los golpes y se avenga a dialogar” ¿está extorsionando al marido? ¿Es una extorsión porque pone condiciones? Por el contrario, es –  a mi juicio –  la determinación firme y sensata de quien lleva mucho tiempo aguardando un cambio que no llegará a menos que ella tome un camino radical, arriesgando ser acusada de abandono de hogar.

Los profesores han aguardado mucho tiempo. Y poco o nada ha cambiado, a excepción de esos “Cambios Uno” tan característicos de las instituciones, cambios cosméticos que dejan la sensación de avances pero  se sabe  que todo continuará igual. Se precisa  un verdadero Cambio Dos, un cambio radical que tiene un gran costo social y  personal.

Indudablemente que los alumnos  cuyos profesores  siguen en paro están pagando un precio alto, y los detractores del paro sostienen que se está haciendo un daño enorme a  alumnos que necesitan estudiar y aprender. Acá está el quid que justifica un cambio radical: por una parte, los profesores  quieren cambios reales que de verdad mejoren la desmedrada situación de le educación chilena; pero por otra,  se sostiene que deben volver a su aulas para continuar “aprendiendo”, pero aprendiendo con la desmedrada calidad educativa que todos repudian, con el loable objetivo de que los alumnos “no pierdan clases”. Es decir, para que todo siga igual.

Si una mejora sustancial de la calidad educativa , la que sin duda ha de ser gradual, implica  hacer cambios reales, sustentados en evidencias científicas, con miras a dar a los niños  una formación inicial  tan sólida y de tan alta calidad que  genere  un real impacto en las generaciones venideras, entonces  adelante, es este el momento. Es ahora cuando  se  puede avanzar  para mejorar  todo aquello que  ha paralizado desde hace casi medio siglo a la educación chilena.

Pero para ello se debe escuchar a todos los actores, se debe repensar la educación desde  una óptica nueva, abandonando los grandes objetivos que han ido permeando esta tarea desde hace décadas, una nueva mirada que esté lo más lejos posible  de la óptica de mercado, que tanto daño  ha hecho a un país que otrora fue admirado en la Región por  la calidad de quienes egresaban de la enseñanza secundaria y que, con alta probabilidad, no habían  tenido que pagar por esa educación de calidad.

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