Debo reconocer que la cantidad de puteadas que lancé al aire es proporcional al valor del vehículo de Arturo Vidal y la verdad es que en mi cabeza de periodista, hincha y de un idiota esperanzado de ver a la selección ganar un torneo de verdad, lo que hizo el jugador de la Juventus no calza. No calza porque no es entendible lo hecho por este muchacho de 28 años y no lo entiendo porque la vida del futbolista es particular, muy alejada a la del ciudadano promedio.
“No es fácil ser Maradona”, es una frase muy repetida por los argentinos para referirse al estilo de vida del 10, la misma sentencia se puede utilizar ahora: “No es fácil ser futbolista y exitoso en Chile”. Esto no es una defensa a Arturo Vidal, pero sí es un crítica al mundo que rodea los futbolistas, ya que un cabro chico de San Joaquín, que pasaba sus días a duras penas vio una oportunidad en fútbol, peleó para ser considerado, para jugar y así ayudar a su madre y hermanos. Pero a medida que iba creciendo como futbolista no contaba con las herramientas para enfrentar lo que se venía: dinero, mujeres, alcohol, autos, amigos, representantes, cámaras, fama, periodistas, hinchas, más mujeres, más dinero, etc.
¿O usted cree que su club formador se preocupó de entregarle una educación adecuada para que su diamante en bruto no se perdiera? Arturo Vidal fue educado para ser un joven más de San Joaquín, de esos que tenía que sacarse la cresta día a día para llevar el pan a su casa y no para comprarse un Ferrari.
Por eso no es de sorprender que nadie le haya dicho a Arturo Vidal que su estatus de estrella, de líder de la generación dorada trae consigo una responsabilidad con él, con sus compañeros de equipo, sus jefes y los idiotas que pagan cantidades de dineros irracionales para ir a verlo jugar.
En el estadio he visto familias que han gastado poco más de un millón de pesos para ir al estadio Nacional para ver jugar a los muchachos que lucharán por traer la primera Copa América. Claro para él poco importa, un millón de pesos es un chiste en comparación a los cinco millones de dólares que se embolsa anualmente en la Juventus o para gastar los 170 millones de pesos del Ferrari que chocó.
Dicho esto, sigo sin entender cómo carajo un tipo que arriesgó su carrera, su físico para jugar el Mundial del 2014, que corrió como animal con una rodilla a medio andar, todo para defender a su país y hoy, cuando está en plenas condiciones físicas, que juega la Copa América, la que será la única oportunidad en su carrera para competir acá, se manda este pastelazo y no es capaz de soportar un par de horas sin tomarse un trago o de contratar un chofer para que lo lleven a Juan Pinto Durán.
Está absolutamente claro que Arturo Vidal no entiende que medio Chile vea a su selección como el escape a sus males, tengan o no que ver con el fútbol. El muchacho de San Joaquín no entiende, ni quiere entender lo que él representa para las desgracias nacionales. Y de paso, nosotros no entendemos cómo funciona la cabeza de un futbolista, ni tenemos la mínima certeza de todo lo que pasan para llegar a lo más alto.
Ahora, lo que pase con él desde ahora importa bien poco, porque la pelota tiene magia, cuando rueda todos se olvidan de los errores y los horrores. Vidal seguirá corriendo tras la pelota, seguirá dando pases, seguirá haciendo goles, continuará hablando del amor a la selección y seguirá sin entender nada de lo que está pasando a su alrededor porque él es un Rey.