Conocí al Maestro Izquierdo (seguramente él no se acuerda) en una conversación de pasillo junto a Gustavo Becerra, estábamos solamente los tres, yo tenía como veinte años, qué ganas de que hubieran existido los celulares con cámara para guardar evidencia de ese momento. Becerra me dio su teléfono (en ese momento teléfono fijo), y lo llamé luego para tomar clases con él.
Lamentablemente y dada su agenda internacional en esa época me esquivó y hasta ahí quedó la cosa, tampoco yo insistí. Años después, él dirigió una de mis obras y posteriormente otras, hasta que hubimos de construir una suerte de relación profesional y de respeto mutuo que hasta hoy mantenemos y de lo cual estoy agradecido y orgulloso.
Muchas veces fui dirigido por él, yo como integrante de coros. De estas veces recuerdo varios Mesías de Haendel y una que otra obra sinfónico coral en que hube de estar presente. También recuerdo las veces en que él dirigió obras mías. De esto estaré agradecido siempre. Pues no es menor que un director de su talla me haya considerado en mi oficio.
Tampoco sabe él que compartimos el escenario fúnebre de Claudio Arrau en Chillán, pues mientras él terminaba su discurso de despedida de Arrau en el cementerio, yo integraba el coro de la Universidad de Concepción interpretando bajo la batuta de Wilfried Jungue (el Fundador de la Sinfónica de la Universidad de Concepción) el Lacrimosa del Requiem de Mozart.
La mejor versión que he escuchado del “Bolero” de Ravel la disfruté bajo su batuta con la Sinfónica de la Universidad de Chile hace algunos años. También arranqué del Teatro Municipal luego del “Concierto para la Mano Izquierda” del mismo Ravel, pues no creí que fuera posible escuchar mejor música después de su majestuosa interpretación junto a Alfredo Perl.
Juan Pablo Izquierdo ha sido como profesional uno de los mejores embajadores de nuestros talentos nacionales. Además, siempre ha vuelto a Chile y ha sido promotor de la música de los compositores nacionales como el que más. Merecidos son sus reconocimientos tanto internacionales como nacionales, rematando con el Premio Presidente de la República a la Música Chilena y el Premio Nacional de Artes.
No me voy a pronunciar en estas líneas sobre las causales de su partida como Director Titular de la Orquesta de Cámara de Chile, pues creo que son asunto de otro análisis que más tiene que ver con la Música como cosa mercantil y no como objeto de arte, pero se evidencia a todas luces que el arte musical fue lo más considerado en su decisión y lo menos considerado por los burócratas a la hora de los desencuentros que dieron pie a su determinación.
Sólo me queda agradecer su entrega y calidad musical, su sinceridad y talento a la hora de hablar de música, y su consideración por los compositores chilenos.
Sin más. Gracias Maestro.