Nada ocurre porque sí ni por casualidad. Pero sí por causalidad.
Avanzado el tiempo, todo calza y entendemos lo que en algún momento parecía complejo.
Así las cosas, en política también ocurre. Numerosas conductas y decisiones pasadas han generado en el país un clima de desconfianza, pero también un punto de inflexión importante, con conceptos que llegaron para instalarse, después de meses de una amplia difusión de decenas de casos que han mermado, con razón, la credibilidad ciudadana en sus instituciones.
Transparencia y participación ciudadana. Son los dos conceptos que, como pilares, hoy se levantan aún venciendo los temores de algunos, las resistencias atávicas, la incertidumbre y la crítica de otros.
Por eso, hoy, la invitación es a entender, convocar y actuar. Analizar las causas del estado actual de desconfianza, requiere esfuerzo y voluntad, claro está; pero también autodominio, humildad, empatía y convicción para entender todo lo ocurrido como una gran oportunidad.
Las causas de este estado de deterioro son diversas, y nos incluyen a todos, como sociedad; pero quizás sea la asimétrica distribución del poder aquélla que más haya calado en el alma y en el colectivo. Porque si existe un común denominador en todos los casos conocidos es la palabra abuso, algo que ya nadie tolera ni perdona y, en buena hora.
Por eso, a las propuestas emanadas de la Comisión anticorrupción, convocada por la Presidenta de la República –que significará el envío de numerosos proyectos al Congreso- desde la Cámara de Diputados hemos decidido sumar una serie de medidas administrativas complementarias, que buscan dar un paso más allá y exigir aquello que hoy nadie podría rechazar: absoluta transparencia pro activa, con incremento de participación ciudadana. Ello, si se cumple a cabalidad, nos permitirá estar entre los cinco primeros países en el mundo con normas más avanzadas en esta materia.
Ello, porque quienes ocupamos un escaño en el Parlamento, llegamos aquí para cumplir un mandato del soberano, del pueblo, por un tiempo determinado; y, para eso, hay recursos públicos involucrados. Doble razón para rendir cuentas, para transparentar nuestras conductas, para apoyar las leyes que apunten en esta dirección, para terminar con las zonas opacas que han permitido relaciones insanas entre el dinero y la política.
Pero, en este escenario, habrá luz roja también para el sector privado, porque además de la transparencia, hay que avanzar en disminuir las brechas de desigualdad y, aquello, francamente no es posible si no terminamos con esa legítima frustración de millones de personas que se sienten esquilmadas a la hora de relacionarse con los grandes grupos económicos.
A la luz de los hechos, no cabe duda que nos encontramos frente a una gran oportunidad. No nos quedaremos al borde del camino; por el contrario, desde esta vereda, el compromiso es colaborar en la construcción de la ruta, asegurando, obviamente, amplia participación ciudadana.