He dicho reiteradamente que la actual situación política chilena es la más crítica de los últimos años. Ello por la contaminación de gran parte de las instituciones nacionales y regionales con el dinero y por el comportamiento personal de actores que jamás habríamos pensado que cayeran en tal pérdida de ética.
Dicho más directamente es la sensación que se asemeja a una vieja película italiana “Proceso a la ciudad”. Van cayendo en delito uno tras otro hasta que se empiezan a quemar - como contrapartida – la sospecha inocente que aniquila la confianza pública y privada.
No me precio de esta constatación ya que hoy es la noticia.
Sin embargo, tengo fe en el futuro de Chile y ahí debemos apuntar en nuestra actitud política, personal y comunitaria.
La capacidad humana para cambiar la situación es esencial como expresión personal para lograrlo, si no corremos el riesgo de hacerlo la corrupción avanza con fuerza propia como un mecanismo autónomo fuera de la voluntad ciudadana.
Corremos además el riesgo de caer en la caza de brujas donde los inocentes pierden todo el respeto de los acusadores. También puede ocurrir un fenómeno aún más peligroso.A fuerza de acusaciones falsas o no comprobables nos acostumbraríamos a vivir la desconfianza que mata toda posibilidad de respeto, amistad, fraternidad y comunitariedad. Creo que este período ha sido una tremenda catarsis y hoy es la hora de reaccionar.
Sólo hay un camino sensato a seguir, sancionar al que resulte culpable, a través de los tribunales; liberar de toda sospecha mientras no haya juicio sancionatorio y entender que nadie puede juzgar sino la justicia o los tribunales éticos de las colectividades políticas o sociales.
Por eso, este es el formato que debemos seguir porque fue la tradición republicana de Chile, salvo en dictadura.
En una visión de progreso también tengo fe en el futuro de Chile.