En una noticia recientemente leída por mí, salía la afirmación siguiente, emanada seguramente de algún nuevo tecnócrata o autoridad ministerial: “educación establecerá nueva causal para despedir a los profesores con mal desempeño”. Talán, talán, me resonó algún recuerdo de lo dicho por ese o esos personeros.
Recordé los tiempos pasados bajo la dictadura de Augusto Pinochet, durante los cuales los maestros /as de este país fueron vilipendiados hasta límites indignantes e inaguantables.
Mal valorados, mal mirados, atacados por su fortaleza gremial, descalabrados sus ingresos, recargados de trabajo y de alumnos, abusados por las autoridades, etc. Nada que hacer en un momento en que las fuerzas del mal estaban presentes a cada instante, en cada rincón del sistema educacional. Quien hablaba, perdía; quién callaba, era tratado de traidor por los más valientes luchadores o sobrevivía con indignidad. No fueron años buenos para los profesores/as. Fueron más bien malos, pésimos.
Después, traslados de un sistema administrativo estatal de educación (¡que funcionaba!, ojo) a otros merengues particulares subvencionados o municipales, que en algunos casos funcionaban de manera exitosa y en otras pésima. Lo importante de recalcar no obstante para efectos de este artículo, es que los profesores/as fueron tratados como mercancías esclavizadas y no se les dio la oportunidad de elegir.
Hoy nuevamente aparecen atisbos claros y tajantes sobre el estilo esclavista de algunos merengues empalagosos que creen tener el derecho de aplicar sanciones de castigo a los profesores que, a juicio de ellos (con sus reglas de medir majaderas), se porten mal, no rindan, no logren estándares adecuados a la loca carrera por subir en la escala de las calidades medibles, como si el desarrollo del ser humano se pudiese medir objetivamente.
Es estúpido pensarlo, pero así es. Los tecnócratas viven de esto, lo afirman, lo reafirman, pues ahí van sus sueldos, sus comodidades, sus viajes, sus rimbombancias intelectuales, sus citas a pie de página, sus estudios que de nada sirven.
Por otro lado, profesores/as que todos los días, a cada momento, tratan de educar. Y digo tratan, pues sus condiciones de trabajo aún no son las adecuadas y sus espíritus y vocaciones están “cansadas”, deprimidas, agotadas, “quemadas”, con formaciones universitarias que no han sido capaces de ponerse al día en sus modos de formar nuevos educadores. Siguen con el descaro de “instruir” profesores del futuro con herramientas del siglo XIX.
Por lo mismo me preguntaba quién tiene la desfachatez de afirmar que “educación establecerá nueva causal para despedir a los profesores con mal desempeño”. Y a ellos, los burócratas, quién los mide, quién les evalúa su desempeño en el desarrollo de la sarta de sandeces que han hecho estas últimas décadas y que al parecer la seguirán haciendo en los años venideros si uno mira la incapacidad de elaborar visiones humanas de la educación.
Seamos claros, en Chile poca gente se toma en serio el tema educacional. Menos la acción pedagógica y quizá mucho menos la acción didáctica. Por eso el movimiento estudiantil no es creíble, ni tampoco los políticos ni los tecnócratas, pues no tienen ni el conocimiento intelectual para enfrentar una montaña rusa como lo es la educación. El solo hecho de sentarse en un banco de una sala de clases no le da a nadie derecho a creerse un intelectual o académico sobre la materia.
Dios se apiade de Chilito que en estas materias ha caído, lamentablemente, en la cultura de la chela: medio mareado, medio hablador, con ganas de seguir tomando, pero sin conducir con claridad el coche camino al futuro. Avanza poco, se zigzaguea, toca la guitarra, pero de educación….nada o nada.
En esta perspectiva, no le pidan a uno que escriba cuestiones santas, llenas de espíritu positivo y gracia divina. Más bien encomendémonos al Maestro que sabrá por donde debemos ir y quizá nos ilumine, pues si de luces se trata, bastante nos hace falta a todos.