30 mar 2015

Carta abierta a la comunidad UC

En su declaración de la semana pasada el profesor Costadoat indica que fue citado por el cardenal Ezzati y que este le comunicó que no le renovaba la misión canónica de enseñar en la facultad de Teología.  Las razones de esta no renovación fueron la tensión entre la libertad académica del profesor y la libertad de la facultad para tenerlo entre sus profesores.  Algunos alumnos de teología no estarían preparados para formar parte de su curso de Trinidad y Cristología por una razón más bien pedagógica, le señaló el Cardenal.En esta reunión no hubo ningún reparo doctrinal.

Sin embargo, en su carta al Consejo Superior de la UC, el cardenal Ezzati esgrime las siguientes razones para la exoneración del profesor Costadoat: “registra afirmaciones poco prudentes que desdibujan la enseñanza magisterial de la Iglesia en diversos puntos de la misma”, haciendo alusión a que no enseña con exactitud el magisterio de la Iglesia.

Ni el decano de la facultad de teología y el rector de la universidad en sus cartas públicas dan razones para la desvinculación sino que sólo afirman el derecho del Gran Canciller de tomar esta decisión.  En verdad, la única razón que invocan es el argumento del derecho que tiene el cardenal Ezzati para tomar esta decisión a partir de lo que él ponderó de manera personal.

Lo anterior es grave para una  universidad. ¿Pude un consejo superior, un decano, un rector, un grupo calificado de profesores y alumnos permitir que, en una universidad de alto nivel como es la UC, no se esgriman razones, argumentos, fundamentos claros y precisos que den cuenta de la desvinculación del profesor Costadoat?

¿Puede una universidad permitir esta sanción pasando a llevar lo que cotidianamente exige de su cuerpo de profesores y a sus alumnos que es  pensar, reflexionar, ser precisos, claros, dando fundamento coherente de lo que se quiere expresar o publicar?

El mismo Cardenal Ezzati en su carta al consejo superior de la UC indica que los alumnos deben recibir una formación con total claridad y sin confusiones. El mismo rector en su carta pública señala que el trabajo universitario requiere diálogo, dedicación, respecto, reflexión y la generosidad de todos.

La rigurosidad intelectual requiere de argumentos y en esto el decano y el rector han avalado la falta de estos. Este caso es un signo grave que debilita la investigación, la claridad, la coherencia y que avala la falacia del argumento de autoridad.

Si la comunidad UC no exige al Gran Canciller punto por punto las imprudencias y los “argumentos desdibujados” del profesor Costadoat no estará más que avalando la mediocridad intelectual, el conformismo y la sumisión del pensamiento al poder y la autoridad de quien la ejerce.

Más aún, avalará la incoherencia de aceptar lo que no permite ni a sus alumnos en sus trabajos ni a sus docentes en sus publicaciones.

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  • Miguel Hernández M.

    Me parece que si hay argumentos de parte del Gran Canciller. El problema parece ser que no son compartidos por muchas personas. Para la inmensa mayoría que desconocemos el funcionamiento de la Facultad de teología de la UC es muy difícil formarnos una opinión de lo que ahí ocurre. Me parece natural que las enseñanzas de los profesores tengan que estar alineadas con el pensamiento central de la institución (a pesar de la libertad de ideas que se supone hay en una universidad y la posibilidad de debate). No me imagino que pasaría con un profesor de la Arcis si se mostrara de acuerdo con la Teoría de Libre Mercado en su clase de Economía. Por más espacio al debate que represente una institución universitaria, habría un conflicto.Creo que falta información para poder formarnos una opinión más acabada acerca de este problema.

    • Rodrigo García

      Al hacer una acusación tan grave, el Gran Canciller (que es el mismo que el Arzobispo, a veces juega a desdoblarse) tiene el deber de especificar cuáles puntos considera que caben dentro de su juicio sobre el profesor Costadoat. Debería además dar una explicación similar al Consejo de la Facultad y a la Comisión de Evaluación de la misma que, después de un análisis cuidadoso del trabajo y la producción teológica del profesor, no encontraron reparo y pidieron la renovación de su Misión Canónica. Los pares del profesor Costadoat que hicieron la petición también están, en cierto modo, bajo sospecha, por poco perspicaces (al menos).
      Por otra parte, al no aclarar los puntos con precisión, todos los profesores están bajo sospecha, al no saber si ellos mismos están siendo evaluados con criterios que desconocen.
      Le queda al Arzobispo aclarar sus fuentes de información. Ésta no proviene de los mecanismos oficiales de la Facultad ni de nadie conocido. ¿Recurre él a ‘informantes’? ¿Sólo con este profesor, o también con otros? Y, de paso, ¿qué papel tiene en todo esto el Vice Gran Canciller, Cristián Roncagliogo?