Las mujeres siempre hemos tenido difícil relación con el poder. Nos parece algo lejano y escaso. Por eso ha sido muy interesante para mí mientras investigaba datos para escribir primero “Señora Presidenta, mujeres que gobiernan países” (2006) y ahora “Presidentas ABC” (2015), anotar cómo desde la mitad del siglo pasado hemos ido escalando posiciones dentro del esquivo mundo de la política hasta llegar al más alto puesto de servicio público del país.
En nuestra América morena, continente cristiano y católico por excelencia, la cultura colonizadora que se impuso, evangelización cristiana incluida, significó que el patriarcado reinara sobre los nuevos súbditos ibero-americanos, lo que fue continuado por los mandatarios criollos tras la Independencia de la Corona Española. Y por eso sólo 400 años después una mujer se atrevería a ayudar a conducir los destinos de su país al lado de un marido jefe de Estado, como fue el caso de Eva Duarte y Juan Domingo Perón en la primera mitad de la década del 50 en Argentina.
Eva Duarte nunca tuvo un cargo formal importante porque los poderes fácticos de esa época lo impidieron, pero sin dudas le preparó el camino a la primera Presidenta de la República en América Latina, María Estela Martínez, la segunda esposa de Perón que asumió la Primera Magistratura a la muerte de su marido y dejó malos recuerdos de su breve gobierno (1975-1976) con bajas en la economía y una feroz represión.
Algo parecido ocurrió con Violeta Barrios de Chamorro en Nicaragua, quien heredó la buena fama de su esposo Pedro Joaquín Chamorro luchando contra el dictador Anastasio Somoza. Pero ella lo hizo desde la otra vereda, contra el sandinismo tempranamente desgastado, y salió electa triunfante en las elecciones de 1990 primera mandataria femenina en Centro América.
Michelle Bachelet fue la siguiente mujer latinoamericana en ser elegida Presidenta, pero esta vez con votos específicos para ese cargo y valiéndose por sí sola, sin la sombra o aureola protectora de un hombre. Su padre, el general Alberto Bachelet, aunque fue un referente valioso como militar leal al Presidente Allende, nunca desempeñó un cargo público de peso (aunque sí uno importante como era en aquellos tiempos la distribución de los boicoteados alimentos). Por el contrario, fueron las mujeres de Chile quienes, antes que los partidos políticos, la elevaron como candidata a la Presidencia en 2005 y la condujeron al triunfo en 2006.
Un año después, Cristina Fernández de Kirchner fue la primera Presidenta elegida con sus propios votos en la República Argentina. Si bien el gobierno exitoso de su marido Néstor Kirchner- que sacó al país del mayor caos económico y político en 2001-, contribuyó enormemente a su triunfo, todos reconocen que ella ya tenía una carrera política que se había construido sola y no faltaban las malas lenguas que decían que ella era el verdadero cerebro del gobierno kirchnerista.
Y tres años más tarde, en 2010 la gran potencia sudamericana Brasil elegiría en Dilma Rousseff a su primera Presidenta, inaugurando incluso la palabra “presidenta”, vocablo nunca antes usado por cuanto ninguna mujer había detentado antes de ella la más alta conducción del país. Su padrino en este caso no fue su marido, de quien ya estaba separada, sino el Presidente anterior, el destacado obrero metalúrgico Ignacio Lula de Silva, de quien fue leal colaboradora durante su gobierno.
Porque a diferencia de Cristina Fernández, quien desarrolló larga y exitosa carrera parlamentaria primero en su región de Santa Cruz (Patagonia) y luego a nivel nacional, tanto Dilma como Michelle practicaron y desarrollaron sus liderazgos en cargos del Poder Ejecutivo.
Michelle fue ministra de Salud y más tarde de Defensa bajo el gobierno de Ricardo Lagos. Dilma se desempeñó en la cartera de Minas y Energía en el Estado de Río Grande del Sur y luego desde la administración central. Además, su padrino Lula da Silva le dio la oportunidad de mostrar sus habilidades desde el alto puesto de Jefa de la Casa Civil, equivalente a jefa de Gabinete, que en Brasil ninguna mujer había detentado y es clave para llegar a la Presidencia de la República.
Comparar sus vidas y trayectoria política ha sido otro ángulo importante el mirar el trabajo realizado al escribir “Presidentas ABC”. Las tres han sido re-electas en sus altas funciones, son sesentonas, se educaron en colegios públicos (aunque Cristina terminó la secundaria en uno de monjas) y se formaron en universidades públicas terminando sus estudios con excelentes resultados. Michelle es médica, Cristina abogada y Dilma economista. Las tres son trabajadoras incansables, con una vida dedicada a la política comenzando su militancia desde muy jovencitas, principalmente en la Universidad.
Las tres debieron luchar contra dictaduras temibles en las décadas de los 60 a los 80 en sus respectivos países y sufrieron el rigor de la represión. Michelle estuvo presa y sufrió tortura junto a su madre en el campo de concentración Villa Grimaldi y en Cuatro Álamos en Santiago. Cristina estuvo detenida sólo unas horas con su marido en Río Gallegos por haber dado refugio a un amigo montonero. Y Dilma fue la que se llevó la peor parte por haber combatido a los “gorilas” brasileños como guerrillera, miembro de un grupo armado. Así también fue la prisión y tortura que sufrió durante tres años.
Las tres se han dedicado a combatir la pobreza en sus países con muy buenos resultados para lo cual han debido tomar distancia del modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego por las dictaduras militares.
Cristina es la que lo ha intentado con mayor decisión, pagando caro las consecuencias.Michelle busca modos de cambiar el capitalismo salvaje del que su país fue el laboratorio en los 70. Dilma ha sabido moderar los excesos sin abandonar totalmente el modelo, lo que le ha valido elevar al suyo al estatus de potencia emergente en el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las tres son fuertemente agredidas por las fuerzas del imperio por siquiera intentarlo.
Las tres reclaman que el cargo de Presidenta es más difícil siendo mujer, pero Cristina es de un feminismo suave, en cambio Michelle es decidida luchadora por los derechos de la mujer lo que continuó haciendo a nivel internacional luego que terminó su primer período de gobierno en Chile al nombrársela primera Directora de ONU Mujeres.
Sin embargo, las tres han favorecido a sus congéneres con sus iniciativas legales. Solo Michelle hizo un gobierno paritario (igual cantidad de mujeres que de hombres en su primer gabinete) y sólo Dilma se ha declarado públicamente contraria al aborto. Chile se convirtió en el primer país de América, y el tercero del mundo, después de España y Suecia, en tener igual número de mujeres y hombres en el gabinete. Y quizás sea de los últimos en aprobar el aborto terapéutico.
El ejemplo de estas pioneras del Cono Sur de América Latina ha fructificado. Al mismo tiempo que Michelle, Cristina y Dilma conducían los gobiernos de sus países, en la misma década del tercer milenio Panamá era gobernado por Mireya Moscoso, Puerto Rico por Sila María Calderón, y Costa Rica por Laura Chinchilla Miranda.
Dicen que las mujeres somos más sabias, dialogantes, conciliadoras y por lo tanto, que en nuestro desempeño como jefas de Estado evitamos las guerras y buscamos la armonía.
Lo dijo muy bien Phumzile Mlambo-Ngcuka, actual directora de ONU Mujeres que estuvo presente en la reunión de su organización en febrero en Santiago: con las mujeres empoderadas, “podríamos estar hablando de un mundo más sano, con una prosperidad más uniforme y sosteniblemente más pacífico”.