Mi abuela ha regresado de vacaciones, y su primer comentario fue: “no fui capaz de aquilatar el nivel de la crisis desatada por Dávalos”.
Ella me escribió al día siguiente de la publicación de los antecedentes en la revista Qué Pasa. En esa misiva, me planteaba que “este niño” debía renunciar “de inmediato”. Para ser exacto, lo que escribió fue, “la Presidenta debe pedirle la renuncia de inmediato”, y argumentaba que lo ocurrido era “algo terrible, de dimensiones inconmensurables”.
Mi abuela proyectaba una crisis enorme y me decía que “los estándares éticos de quienes gobiernan están por encima de los de un ciudadano común”.
Pero bueno. Eso es sólo parte de la historia.
Hoy por la mañana, al compartir el desayuno preparándonos para el primer día de colegio de mis hijos pequeños, mi abuela me sorprendió con esa tremenda frase del inolvidable “Chavo del Ocho”, “y ahora, ¿quién podrá defendernos?”.
Mi abuela partió con su análisis. Ella, que está muy deprimida, planteó su tesis de que Dávalos destruyó, para siempre, ese aire de superioridad ética que el mundo progresista sentía sobre la derecha colaboradora del gobierno que violó los derechos humanos. De la misma derecha, donde algunos de sus militantes, aprovechando su posición en la dictadura, procedieron a adueñarse a “precio muy conveniente” de numerosas empresas del Estado. Según ella, lo ocurrido es horroroso y no tiene arreglo.
Mi abuela me dijo que uno de sus amigos le había contado una historia que le había hecho sentido; le dijo que cuando alguien es asaltado y producto de ese asalto le clavan un cuchillo en la cara, el daño es para siempre. La herida se puede suturar, cuidar, evitar se produzca una infección pero, lamentablemente, la cicatriz quedará para siempre. Eso es lo que se ha producido.
Pero aquí está lo interesante del análisis de mi abuela (desde mi cariñoso punto de vista).
Tomó un sorbo de café y me dijo, hoy se formaliza a varios implicados en el caso Penta.¿Tú crees que el fiscal nacional pedirá prisión preventiva para Lavín, Délano, Bombal, Wagner, Bravo y los otros?
Antes de que yo contestara, me respondió con una nueva pregunta ¿te imaginas que no lo haga?
Bueno abuela, yo creo que se deben analizar los casos uno a uno y actuar en consecuencia.
Querido nieto, me dijo mirándome fijamente. Estamos en un punto de inflexión. Desde aquí nos podemos ir al despeñadero.
Fíjate que esta crisis desatada por el caso Caval deja al descubierto que todos estamos en el mismo lodazal. Los empresarios desde hace ya tiempo con los temas de colusión de precios de farmacias, de pollos, de falsos informes de empresas que transan en bolsa, de evasión de impuestos y defraudación al Fisco.
Tomó una pausa y siguió.
Años atrás, cuando sentíamos que alguno de los poderes nos abusaba, podíamos recurrir a otro grupo poderoso.
¿Qué te parecería recurrir al poder político para pedir ayuda? Bueno. Resulta que muchos de nuestros representantes han sido “financiados” por los defraudadores del Fisco. Un financiamiento y defraudación del que fueron cómplices, ya que aportaron los documentos tributarios falsos para justificar los traspasos de dinero.
Otros de nuestros representantes están en disputas judiciales por utilizar recursos fiscales en beneficio propio, y otros por abusos laborales. El panorama es desolador y no creo que la ciudadanía crea que puede recurrir a este poder en busca de protección.
Y por último, querido nieto, nos queda la Iglesia. Recuerda cómo la Iglesia de Silva Henríquez y otros pastores de religiones distintas a los católicos, fue un bastión en la defensa de los derechos vulnerados de nuestra sociedad. ¿Pedimos ayuda a la Iglesia actual? ¿Tú crees que la ciudadanía confía en este poder espiritual?
No me atreví a contestar. Pensé que mi abuela tenía razón. Estamos en una situación de orfandad.
Pero ella no término allí su análisis. Mira, me dijo. Hasta antes de Caval teníamos a la Presidenta. Ella encarnaba la visión de la madre, de la incorruptibilidad, de la confianza, de la verdad y… ¿qué ha pasado?
Casi le contesto. Menos mal me demoré y contestó ella misma.
La Presidenta ha recibido un golpe bajo de su nuera y de su hijo y, bueno, no es fácil para una madre “hacer lo correcto” cuando se mezcla el cariño de los hijos. Me imagino que debe estar destruida y deprimida.
Tomó aliento y continuó. Yo aún tengo confianza en que, pasado el shock sicológico, ella se vuelva a transformar en el sostén ético de nuestro país. Si bien no era posible que reaccionara muy diferente a como lo hizo, creo que será capaz de analizar lo ocurrido con calma, procesar la “traición” y actuar en consecuencia.
Dio un último sorbo a su té y sentenció: “Es nuestra única oportunidad”. Desde allí, empezar un proceso de reconstitución de las confianzas que nos permita recuperarnos. Tal vez se requiera de leyes que regulen la relación política/dineros; probablemente deberemos reforzar la formación en aspectos éticos de nuestras clases gobernantes; es probable que tengamos mucho trabajo por delante… Pero, necesitamos de un punto de partida.
Se paró y salió de la cocina preguntando, ¿sabes cuándo será el cambio de gabinete? Por cierto, no esperó mi respuesta.