Hace pocos días y a raíz de una conversación de día domingo recién empecé a interiorizarme del tema de la Ley para prohibir la venta de alimentos poco saludables en los colegios y otras entidades. Tema que con toda razón me provocaba muy poca fascinación ya que es algo sobre lo que debo lidiar a diario con mis propios hijos.
Qué mejor, pensé en un primer momento, que desligar completamente esa responsabilidad que me toca como mamá en una ley que va a prohibir todo por mí. ¿Qué más fácil que poder decirles a mis niños que no podemos ir más al MC Donald a comprar una “Cajita Feliz” porque está prohibido por ley? Pero la verdad es que no creo que esa sea la respuesta. No creo que descansar en una ley que parece extrema vaya ni a solucionar el problema, ni a desligarnos la responsabilidad de educar a nuestros hijos a tener una sana alimentación.
Sin contar que con la prohibición, el paso lógico es que vaya a surgir en los colegios un mercado negro de chocolates y dulces. Así que antes de mandar a mi hija con una caja de Súper 8 para que tenga su primer negocio, considero importante sentarse a reflexionar más a fondo sobre el problema.
Si hoy la mayoría de los niños y adolescentes no comen en forma saludable, y como país hemos pasado de tener problemas de desnutrición a obesidad infantil, es responsabilidad de los adultos. No es un mal que cayó del cielo, sino que son prácticas que muchas veces con la ayuda de la publicidad y el cansancio como cómplice, hemos instalado en nuestra vida habitual para hacernos las cosas más fáciles.
No puedo ser peor ejemplo de modelo en este caso, no sólo porque soy terriblemente mañosa para comer sino porque me cuesta muchísimo mantener las “reglas” que trato de poner en mi casa con respecto a la alimentación. Dar chocolates o comprar un helado me parece un premio de lo más lógico. Sin embargo soy absolutamente consciente que los errores que cometa en esta área son mi responsabilidad y que los perjudicados finalmente van a ser mis hijos.
El desafío por lo tanto es que teniendo claro el origen del problema, las consecuencias que arrastra y de quién es la responsabilidad de promover el cambio, podamos tomar los pasos para solucionar este problema.
Sin duda que hay responsabilidades compartidas, y que así como la industria de los alimentos tiene el deber de mejorar la calidad nutricional de sus productos y su rotulado, la industria de la publicidad también debe hacer su parte en transmitir los beneficios de una alimentación saludable. Así cómo los colegios deben aumentar sus horas dedicadas al deporte y los casinos y kioscos deben respetar ciertas restricciones de productos poco alimenticios. Ninguna medida extrema ni por si sola va solucionar el problema, sino que el éxito se verá por aplicar todas en su conjunto.
No quiero decir con esto que tenga la solución mágica, el plan perfecto a seguir ni que me vaya a resultar fácil. Es muchas veces un tema ingrato y de conflicto con los hijos, pero sentarme a reflexionar sobre esto y entender mi responsabilidad frente a los míos es un valioso primer paso.