La UDI parece creer que la mejor forma a su disposición para enfrentar el halo de suciedad que le salpica por el caso Penta es decir estamos ante un mal generalizado. De alguna manera esta actitud es una demostración de la crisis que afecta al gremialismo y, por lo demás, una muestra de la notable falta de efectividad del curso de acción seguido para enfrentarla.
No es que su dirigencia haya pasado por alto que la forma positiva de superar el mal momento es reconociendo responsabilidades y legislando al respecto. Así se ha anunciado como línea oficial del partido. El problema es que no se supieron detener allí. Ha terminado predominando ampliamente el abordaje negativo de un caso complejo que está afectando a esta organización política en lo medular.
De más estará decir de que lo señalado únicamente demuestra que el tiempo está pasando sin que se lo use eficientemente en buscar una solución. Porque todos deberíamos tener claro que, si no hay una salida institucional a esta crisis, lo que va a terminar por ocurrir no es que las cosas sigan igual sino que, de hecho, se agravarán.
En efecto, estamos en presencia de un atolladero de grandes dimensiones. No es una casualidad que el partido que más recursos económicos recibe por la vía legal sea, en paralelo, la organización que más dinero ilegal recolecta por las vías ahora conocidas. Esta relación culpable entre política y dinero no se da por extrema necesidad sino por una prolongada impunidad. Ha sido tan reiterada la falta que sus hechores fueron descubiertos producto de la irrefrenable arrogancia del que ya se cree inmune a las sanciones estipuladas en la ley.
Estrictamente no se trata de que la UDI esté reaccionando mal. El problema parte del hecho de que ya no presenta una respuesta unitaria ni el comportamiento coherente de un partido que, en su día, dictó cátedra al respecto. El abanico de respuestas en su interior ha incluido la petición de perdón; la negación de responsabilidad; la rectificación de los dichos originales; la acusación a terceros; la asunción de responsabilidades, etc.
Como lo ha intentado todo al mismo tiempo, en realidad se ha quedado sin conducta común. El consiguiente comportamiento errático ha sido de tal torpeza que la encuesta más reciente sólo constata un efecto tan demoledor que está afectando al conjunto de la Alianza en su caída.
Ya metido en estas arenas movedizas, tanto movimientos y agitación sin objetivo preciso, no hace sino enterrar al gremialismo un poco más a medida que la situación se prolonga. En estas condiciones, lo más oportuno hubiera sido empezar a pedir ayuda. Porque nadie en la UDI puede intentar salvarse solo y de a uno. Pero pasar de la extrema arrogancia a la humildad no le está resultando fácil a un partido acostumbrado a imponer su voluntad en su área de influencia.
Lo que más impacta de la situación que llevamos reseñada, no es la presencia de la crisis sino la ausencia de un liderazgo capaz de hacerle frente. La UDI ha parecido como girando en círculos, sin intentar una salida del laberinto que la atrapara. Para ser completamente sinceros, hay que decir que es la primera vez que esto le ocurre a esta organización política en una coyuntura de importancia. Ahora, por donde se le mire no ha estado a la altura.
Lo que se debe entender es que los actores políticos no desaparecerán. Ni siquiera la UDI. Su prestigio puede estar por el suelo, y aun escavando en el suelo, pero no se ausentarán de la escena por arte de magia. A los partidos les cuesta morir. El gremialismo no está en su ocaso no porque vaya a desaparecer sino porque ya no tendrá un rol rector en la política chilena.
La política, como la naturaleza, odia el vacío. Por eso quien esté interesado en el fortalecimiento de la democracia, debe buscar el prestigiar a las organizaciones partidarias. Para lograrlo habrá que enmendar costumbres atávicas, pero hoy inaceptables. Las prácticas ligadas al financiamiento de la política son uno de los puntos más débiles y donde más hay que poner el acento a la hora de rectificar.
Está relativamente claro cuáles deben ser las claves para enfrentar este aspecto específico del fortalecimiento democrático. Sin duda hay que avanzar en transparencia, limitar el gasto electoral, aumentar el financiamiento estatal de campaña y partidos. Pero ante todo hay que legislar con el propósito de lograr avances significativos en materia de corrección efectiva de prácticas políticas irregulares.
En ningún caso se trata de dejar contentos a los puristas. Si se pudiera decir en pocas palabras que es lo que el país debe conseguir en esta coyuntura, sería algo como esto: hay que lograr que el financiamiento de las campañas y de los partidos ingrese por conductos legales, provenga de personas que pueden ser conocidas, se evite la compra directa de defensa de intereses económicos por vía de la subordinación de representantes electos y se sancione drásticamente a los infractores a estar normas de sanidad democrática.
Empleo el lenguaje parco del realismo político. La mejor de las leyes no detiene, por sí sola, a los peores corruptos y a los más cínicos de los corruptores. Pero, a lo menos, se les ha de dificultar al máximo el cometer fechorías y se debe penalizar con rigor a los infractores.
Consideraría un contrasentido y un fracaso de los demócratas de todo el espectro político el que, respaldados en las mejores intenciones, nos consiguiéramos una legislación tan draconiana pero, a su vez, tan inepta que no exista quien quisiera aportar legalmente a las campañas electorales. Lo que verían a continuación los electores no es la desaparición de las campañas, sino la desaparición de las campañas limpias, transparentes y con aportes regulados por ley.
Como se ve, las salidas existen, y pueden ser adecuadamente debatidas y concordadas.Lamentablemente la UDI se ha concentrado más en su propia crisis que en buscar soluciones. Por ello está claudicando de su liderazgo en la oposición a ojos vista. Otros en la derecha, asumirán la iniciativa y serán la contraparte del gobierno para legislar y salir del túnel, dentro del cual otros siguen vagando extraviados.
Cuando se observe esta coyuntura en perspectiva se podrá decir que fue en estas circunstancias cuando comenzó el ocaso de la UDI. No creo exagerar.