Se ha configurado un cambio histórico en la realidad política e institucional de Grecia, al producirse una nueva mayoría electoral que ha modificado la composición de fuerzas parlamentarias, lo que gatilló la instalación de un nuevo Primer Ministro y la formación de un gobierno alternativo al que se encontraba en funciones; se trata, de una alternancia que debiera generar amplias repercusiones en aquella pequeña pero trascendente nación europea.
Por primera vez, desde la caída de la Junta Militar en 1974, los dos Partidos que han gobernado alternando su liderazgo o, en coalición en el último periodo, como una muestra de la crisis que afecta el país, el derechista Nueva Democracia y el Socialdemócrata de centro-izquierda, estarán fuera de la conducción del Estado. En especial, este último, el PASOK, de haber sido un enorme y potente conglomerado, ahora con un 4,68% ha quedado reducido, prácticamente, a la nada.
Pareciera que todo el peso de la tradición helénica se ha puesto en tensión para reclamar una nueva alternativa que haga frente a los inaplazables problemas sociales que agobian a sus habitantes. La estrategia, equivocadamente llamada, de “austeridad”, es decir, de extremadamente severas restricciones al gasto fiscal, impuesta desde los centros hegemónicos de la Unión Europea, condujo la conflictividad económica y social a un verdadero callejón sin salida.
Una nación milenaria en que la comunidad organizada en Estado se ve forzada a resignarse a un rol mínimo, intranscendente, a una pérdida de soberanía que sus habitantes no están dispuestos a aceptar. El costo para Grecia ha sido demasiado alto y ello se ha visto reflejado en el vuelco que se ha producido en el veredicto del electorado.
La crisis ha sumido en la pobreza a más de la quinta parte de la población, el desempleo juvenil es del 52,8%, el salario mínimo se ha reducido en un 20%, los empleos en el sector público han disminuido en un 40% y el PIB ha caído un 25% desde el 2008. Más de cien mil científicos han emigrado y la fuga de capitales se calculan en unos 70.000 millones de euros.
Además, el Banco Central Europeo se mantiene rígido e impertérrito con la exigencia del pago de una deuda de 240.000 millones de euros.
Sin embargo, el Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ante el nuevo escenario griego, se apuró en instalar lo que, muy probablemente, será la base de la posición negociadora de quienes representa, al recalcar que “de ninguna manera se suprimirá la deuda griega”, aunque no pudo evitar admitir que “hay arreglos posibles”.
De modo que las perspectivas son difíciles, tensas, complejas de abordar.
Ese es el telón de fondo del triunfo de Syriza, el Centro de la Izquierda Radical, liderado por el ahora Primer Ministro, Alexis Tsipras, que definió su gabinete como “gobierno de salvación nacional”, afirmando su voluntad de entregar “hasta la sangre para recuperar la dignidad de los griegos”.
En ellos radica hoy la fuerza mayoritaria que agrupa a muy diversas expresiones de izquierda, con la bandera de poner término a la “austeridad”, renegociar la deuda e instalar un nuevo paradigma que guíe y articule la acción del gobierno. Sus bases sociales reclaman una conducta que rompa la sujeción al inflexible dictado que viene desde el centro de Europa, lo que entronca con un fuerte resurgimiento del nacionalismo, que impregna el nuevo escenario político.
Eso es lo que motiva y explica el hecho inédito que “Griegos Independientes”, un Partido nacionalista de derecha, desprendido del que fuera gobernante hasta las elecciones, Nueva Democracia, haya respaldado e ingresado al gabinete formado por el nuevo Primer Ministro.
Es evidente que la rígida receta aplicada, en lo económico, se agotó. La drástica reducción del Gasto Social generó penurias inaceptables, a una amplia mayoría ciudadana, y provocó el descalabro electoral y político de quienes implementaron y sostuvieron esa estrategia.
Grecia fue el campo de aplicación de una idea totalmente inconsistente, porque a la vez que se le imponía recortar drásticamente los recursos fiscales invertidos en gasto social, se le sometía y obligaba a una, aún más, inmanejable deuda con los controladores financieros de la Unión Europea; de esa manera, el criterio fundacional de solidaridad que inspirara el pacto europeo se transgredió abiertamente. Al final, de tanto tirar la cuerda, se desplomó una política que exigía que Grecia pagara lo que no podía pagar y asumiera un sacrificio que no se le podía exigir,
Ahora bien, las consecuencias de esta situación pueden conducir a un impasse sumamente delicado. Por eso, las partes deberán actuar con la madurez necesaria y los acreedores del centro de Europa deben asumir que no se puede exprimir un país como si fuera fruta para hacer jugo. No cabe duda que aquel que siembra vientos cosecha tempestades. Así lo indica el fuerte nacionalismo, que reviviera como si se tratara de una gesta que acaeciera en la Atenas de la antigüedad.
Para el régimen democrático el desafío es enorme, y la joven coalición, encabezada por la izquierda, se hace cargo de una crisis nacional que puede adquirir proporciones incalculables. También se espera de ella la capacidad para sortear las dificultades en la tarea que acaba de asumir.
En democracia no puede haber vetos de ninguna naturaleza, como insinuaron fuerzas euro centristas, y le deseamos al nuevo gobierno que su esfuerzo tenga el éxito requerido para bien de Grecia y de su pueblo.