Mientras la UDI trata de justificar lo injustificable, socialistas y PPD se pelean por presidir sesiones del Congreso, en la Democracia Cristiana se está iniciando la campaña para renovar la directiva nacional. Hemos levantado una lista que encabeza Ricardo Hormazábal y tras la cual se están sumando muchos militantes, siendo la mayor parte de aquellos que habían perdido la esperanza y no habían votado en las últimas convocatorias.
Se perdía la esperanza al ver que clanes principescos o maquinarias bien aceitadas con recursos de variadas fuentes estaban manejando sin contrapesos el poder, llevando al PDC a defender posiciones ajenas a su doctrina, a sus dirigentes a situarse en los límites de la ética política y a sus dirigentes sociales reducidos a mínimas expresiones, sin presencia significativa en los colegios profesionales, en las organizaciones poblacionales, juntas de vecinos, federaciones de estudiantes, sindicatos.
Entonces levantamos una opción que bajo el lema “Renacer de la Esperanza” persigue recuperar la vigencia práctica de los principios, rescatar la ética en la política y revitalizar el carácter popular del PDC. Queremos que el PDC sea la vanguardia que siempre debió ser y cuya enseña levantaron Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic, Bernardo Leighton y Jaime Castillo Velasco.
Un diputado del clan familiar se permite decir: ¿Cómo se atreven a levantar a Hormazábal, que fue quien presidía el partido cuando se produjo el error en la inscripción de los candidatos que casi nos deja sin posibilidades de postular en muchos distritos?
Justamente por eso. Porque esa vez Ricardo dio un ejemplo de responsabilidad política, seriedad, consistencia doctrinaria, eficacia política y sentido de la ética. Tal como lo había hecho en toda su trayectoria política.
Recordemos los hechos. Un funcionario del PDC, al llevar las listas parlamentarias y los respectivos poderes, cometió el error de hacer poderes “firmados ante Notario” en lugar de escrituras públicas. Más allá del hecho de que el notario en cuestión no debió haber aceptado eso de acuerdo con el texto de la ley que él debía respetar y hacer respetar, se trataba de uno de los típicos errores que los partidos subsanaban en el registro electoral, donde se encerraban dos o tres días mientras llegaban los candidatos a ratificar sus firmas.
Pero Hormazábal, presidente del PDC, enterado de eso, no se prestó para actos que bordeaban lo ilegal aunque fueran de uso frecuente. De inmediato actuó en conjunto con el secretario nacional – hoy subsecretario de Relaciones Exteriores – para encontrar una solución en el marco de la legalidad.
Se habló con el Ministro del Interior, político avezado, quien estuvo llano a enviar un proyecto de ley extendiendo el plazo y luego se tomó contacto con Pablo Longueira, presidente de la UDI entonces y con Piñera presidente de RN, quienes, apoyados por sus directivas dieron el apoyo necesario para que todo se regularizara por unanimidad.
Vale destacar la admiración expresada por estos personeros de derecha cuando supieron que Hormazábal había reconocido el error, lo había puesto en conocimiento de las autoridades y había rechazado consistentemente todas las soluciones apañadas a las que pudo haberse recurrido.
Y luego de haber solucionado el problema y estando todo ya regularizado, en una muestra clara de responsabilidad presentó su renuncia al cargo de presidente, aunque no fuera responsable directo de los hechos mismos. Eso es lo que hoy no hacen los presidentes de nada.
Es lo que hubiéramos esperado de Walker después de que el candidato del PDC obtuvo sólo un 7% en las elecciones primarias para Presidente de la República o de la desastrosa pérdida de cientos de miles de votos en las elecciones parlamentarias. Pero a él le ha faltado el sentido de la dignidad del cargo – como lo tuvo Hormazábal – o tal vez cree que sus acciones políticas no están sujetas al escrutinio público y de sus electores, como se demostró aquella que como diputado votó y argumentó en contra de la acusación constitucional de que fue objeto Pinochet.
Justamente por eso, porque Hormazábal es así y representa la valentía, la solidez doctrinaria, la consistencia, la ética política acendrada, debe ser el próximo presidente del PDC. Conoce al partido como nadie y los militantes lo conocemos a él.
Tiene la fortaleza para encabezar un proceso de recuperación que lleve a la DC a ser la vanguardia de un pueblo que quiere construir una sociedad de justicia, libertad y, sobre todo, fraternidad, con las alianzas mayoritarias necesarias, según lo ha postulado desde aquellas gestas de la revolución en libertad primero y la campaña de Tomic después.
Con esta opción volverán los que se habían quedado en sus casas decepcionados porque los dirigentes del PDC habían velado su doctrina y aceptado las prácticas políticas y las propuestas programáticas de los que sólo buscan el poder para beneficiarse con el.