Todavía llamamos Fondart a los fondos concursables del Consejo Nacional de la Cultura, que ya a esta hora son diferenciados por disciplinas, pero eso no es importante. Lo llamaremos genéricamente FONDART para los efectos de este pequeño análisis.
Tampoco es importante que se reclame “pos mortem”, pues, la legislación no permite que el reclamo tenga asidero ya que se asume el resultado como cosa juzgada y el Consejo entrega a los evaluadores la total responsabilidad del resultado (entendiendo que son expertos) ya que su palabra juzgadora es inapelable.
Tampoco es importante que ya a casi veinte años del sistema se continúe profundizando un mecanismo de concurso diseñado para potenciar la Industria cultural (y por cierto el negocio) y así evitar que el Estado se haga cargo de la cultura.Esto no es importante porque pasados los días ya nadie se acuerda de esto y vuelta a postular para el año que sigue. Da lo mismo el Consejo, la legislación, etc. Casi todos postulamos nuevamente y a la suerte de la olla.
El hecho es que es lo que hay.
Por mi parte, conozco toda la cadena, pues he sido postulante (ganador y perdedor), evaluador, jurado e integrante del Consejo de la Música. O sea, he estado con dios y con el diablo.
Lo cierto es que como parte del diablo, o sea de la repartición que asume la evaluación, puedo decir lo siguiente.
El Consejo NO adjudica proyectos, sino que nombra a un equipo de expertos que se hacen cargo de esto. Este equipo evalúa y finalmente se entregan los resultados. Para esto hay una serie de cláusulas que impiden que el evaluador o jurado tenga relaciones con los proyectos presentados y esto se cuida celosamente, de lo cual soy fiel testigo.
Sin embargo, esto no implica que a los evaluadores circunstanciales no les afecte el síndrome “papista” (yo lo llamo el síndrome del portero). O sea, cuando quiere entrar y el portero no te deja por cualquier cosa, el portero es un imbécil, pero cuando eres portero, no dejas entrar a nadie y te crees el dueño.
Es así que los evaluadores y jurados cometen los errores más desacertados. He sido víctima y victimario de este proceso.
Entonces, dada la legislación vigente, no cabe la demanda, pues criterio o descriterio del evaluador no representa el pensar del Consejo. O sea, la única culpa del Consejo para los perdedores y/o reclamantes es haber puesto a personas que con tino y/o desatino evalúan los proyectos. Es así que una institución con poderes económicos a saber altos se gana un proyecto y otra pobre no gana nada.
Pero, ¿sabemos si es que el pobre postuló?
Las reglas son claras y están hechas muy bien, para desgracia de la cultura.Desgracia nacional por culpa de quienes han diseñado y profundizado el mecanismo de la “matrix” dejando el criterio de lado y/o dejando esto a cargo de los evaluadores, quienes tienen la potestad de emitir juicios según sus propias creencias y gustos sin que necesariamente sean “expertos”. O sea, no hay solución, pues o se inventa una máquina eficiente e impersonal o se encarga a personas (que seguramente serán ineficientes y por antonomasia personas).
Dicho esto, propongo lo siguiente.
Que se elimine el FONDART (y sus hermanos).
Chanfle. No pues.
Entonces propongo que se limite el poder económico del postulante. ¿Estará la ley de discriminación de acuerdo?
Finalmente no tengo la solución, pero como digo, es lo que hay y hay que asumir sus justicias e injusticias como lo que es. Ya mañana sabremos cambiar el sistema para que el ESTADO se haga cargo del desarrollo cultural y no tengamos que pelearnos por las pocas migas que se le entrega a la Cultura.
Dicho sea de paso, este año postulé y no gané. Y ni cuento el por qué, porque ya me he enemistado con mucha gente por decir lo que pienso y creo, así que mejor me quedo callado.
La pucha.