Luego de los avances en el desarrollo de la política del Partido Comunista, obtenidos en los años 2012 y 2013, tanto en materia electoral como en la consolidación de su propuesta de “Frente Amplio” para terminar con los enclaves de la dictadura, que desde 1997 veníamos planteándole a la Concertación, el 2014 se presenta como un año en donde los objetivos planteados en el último Congreso Nacional deben comenzar a hacerse realidad.
El primer paso formal fue el logro de un acuerdo programático que derivó en la conformación de la Nueva Mayoría, la que asumió el gobierno en el mes de marzo del presente año. En ese contexto, para el PC no ha sido fácil volver a ser parte de un gobierno luego de 40 años de clandestinidad, persecución y resistencia, pasando luego a una minuciosa y planificada exclusión política, diseñada por los defensores de la dictadura y asumida por los defensores del “nuevo modelo”, conversos incluidos.
Tampoco ha sido fácil compartir responsabilidades con actores que por largos 20 años no estuvieron dispuestos a avanzar en lo que hoy la Nueva Mayoría ha comprometido ante la ciudadanía. De hecho, no es posible pasar por alto el sinnúmero de gustitos personales y de pequeños grupos que no han logrado más que complicar el cumplimiento del programa por diferenciarse de sus propios socios.
Tampoco ha sido fácil enfrentar la campaña del terror y el anticomunismo desatado, que aún se expresa en importantes sectores de nuestra patria, de quienes no están dispuestos a ceder ni un solo ápice de este modelo, diseñado a la medida de sus propios intereses y que les ha permitido una acumulación y concentración de la riqueza sin precedentes en la historia de nuestro país.
No obstante lo anterior, estamos satisfechos de lo conseguido hasta el momento, ya que la distancia entre nuestras propuestas programáticas y los resultados obtenidos son, sin duda, mucho menores que aquella que los distancia de las verdaderas posiciones que caracterizan a nuestros opositores.
Ellos por su parte, en el peor momento de su historia, sin proyecto nacional, sin propuestas ni vergüenza, han optado por criticarlo todo, por torpedearlo todo y por negarse a aceptar los cambios por los que la mayoría de nuestro país votó, en el contexto de su nula capacidad para proponer cambios en el sentido de lo que la ciudadanía demanda, ni como oposición hoy, ni como gobierno ayer.
Han pasado de plantearse abiertamente en contra de los cambios, a decir que están por todos ellos, pero no con la forma de los mismos. Intentan ocultar así su persistente adhesión a “la obra” de la dictadura de la que fueron parte, con todos los costos sociales y humanos que ella ha tenido para la gran mayoría de los chilenos, con la sola excepción de quienes han visto crecer su patrimonio varias decenas de veces, amparados en su extraño concepto de libertad.
En este contexto y a pesar de nuestra supuesta crisis, podemos afirmar con relativa certeza, que el país que legaremos a nuestra sociedad, con el primer gobierno de la Nueva Mayoría, será muy distinto al que recibimos.
Podremos afirmar con orgullo que será más democrático, más equitativo y más solidario que el que recibimos y aunque no sea el país que soñamos y aunque el camino por recorrer hacia el sea aún más largo, podremos afirmar que hemos roto los candados de la dictadura y que después de este gobierno, Chile habrá recuperado gran parte del derecho a la autodeterminación que por tantos años fue conculcado por una derecha que, cada vez que la ciudadanía se separa un milímetro del camino que ellos le han impuesto para asegurar sus mezquinos intereses y sus privilegios, detiene las inversiones, genera desempleo y comienza a hablar de desmoronamientos y amenazas sin precedentes, para administrar el miedo y chantajear al país entero, con tal de que no se avance hacia el país que la mayoría soñamos.
No faltarán quienes nos acusen de querer radicalismo y de querer refundar el país, por un lado, o de traición y renuncia por otra, críticas habituales de aquellas visiones que ven todo en blanco y negro, pretendiendo que solo participemos de aquellas realidades definidas por ellos mismos.
A pesar de todo, estamos ciertos de que tanto los tiempos de incertidumbre como las campañas del terror serán superados por el bienestar que traerán los cambios comprometidos, cuando sea la realidad, y no los discursos de quienes solo piensan en las próximas elecciones, la que demuestre que se abren caminos hacia un mejor país, en especial para las próximas generaciones.