Recientemente se ha difundido en algunos medios de comunicación imágenes sobre la fuga de niños, en una de las casas de acogida que administra la Fundación Paternitas.
El hecho ha sido visto, al parecer -tanto como para los vecinos de la residencia, la comunidad en general y los medios que han cubierto la noticia- como inédito, cuestión que en realidad ha ocurrido otras veces, aunque debo reconocer que no con esta recurrencia, y tal vez eso podría significar “lo novedoso”.
Para entender estos acontecimientos no basta con sólo la imagen de estos menores huyendo, es necesario mirar la situación “desde ese otro mundo”, el de ellos, que la mayoría de la gente desconoce. ¿Qué significa ese otro mundo, de dónde vienen estos niños?
Principalmente son o han sido víctimas de maltrato físico y psicológico, otros, utilizados como correo humano, para la venta de drogas. Están marcados por el sufrimiento de las ausencias y abandonos parentales, carentes en extremo, estigmatizados, sobrevivientes, vulnerados, desescolarizados y marginados, por decir algo.
Ante este escenario y al constatar el Tribunal de Familia, el riesgo en que se encuentran estos pequeños, son derivados por orden judicial a nuestra institución, como a tantas otras, que trabajan con este segmento.
El desafío de la Fundación Paternitas es determinar a través de un diagnóstico bio psico social espiritual las características propias y específicas de este sujeto, única forma de iniciar con ellos (as) una metodología, para el rescate de sus vidas, sanar sus heridas, acompañarlos en un proceso de inclusión social y conocer en definitiva cuál podría ser el proceso técnico, humano y médico a proseguir.
Con todo, hay que reconocer a pesar nuestro, con gran dolor y sufrimiento, que en algunas circunstancias y teniendo las ciencias modernas a nuestro alcance, además de excelentes profesionales y medicamentos de punta, no poder hacer nada. Los atropellos a la dignidad de su “personita”, el maltrato infringido de forma sistemática y de manera indescriptible pareciera ser que le han arrancado el alma. Esta porción, aunque pequeña, de seres invisibles para el Estado y la Sociedad quedan atrapados en el mundo del absurdo, la sordidez, la vacancia y el rechazo a su condición.
Así las cosas nos encontramos con una familia (a veces lo que queda de ella) quebrada, prácticamente en su totalidad. Primordial es para la Fundación abordar también con las técnicas apropiadas a ese grupo familiar, para ver la posibilidad cierta de recomponer los lazos, el afecto, intimidad, diálogo, confianza y amor.
No hay que olvidar jamás que nuestra tarea, no se trata de desarticular al núcleo, sino por el contrario y dentro de las posibilidades que tenemos, en ocasiones precarias, es precisamente re-unir a la familia.
Para precisar con más objetividad quisiéramos destacar cuáles pueden ser las razones que motivan la deserción, fugas, violencia y abandono del hogar o de la residencia. Amén de lo anterior, “el encierro” es un eje fundamental que insta a irse para un niño o niña de corta edad.
Esa situación es un “castigo” que a pesar de las explicaciones que se le pueden brindar, parece no aceptar jamás. También está la fuerza incontrolable de estar con sus seres queridos, generando en la mayoría, actitudes de desaliento y desobediencia por encontrarse con ellos.
Existen otros casos, como nos ha pasado, últimamente, que hay menores con alto grado de vulnerabilidad, con problemas neuropsiquiátricos extremos, refractarios a los medicamentos, que invitan a otros a seguirlos en sus decisiones altamente riesgosas.
Finalmente, dentro de este concierto se puede dar la circunstancia de algún maltrato físico por parte del personal, lo que estimula la deserción y el abandono de la casa.