“Cada vez que una mujer muera a manos de un hombre, cada uno de nosotros (los que nos consideramos honestos, pacíficos, buenos) debería sentirse injuriado en lo más hondo de su persona, debería experimentar el peor de los remordimientos porque, pacíficos o criminales, todos hemos sido los herederos de una misma tradición aberrante: la del dominio “natural” del hombre sobre la mujer”.
(Extracto de una carta de José Saramago al intendente de Montevideo Ricardo Ehrlich, fechada en Guadalajara (México) el 27 de noviembre de 2006, tras enterarse de la primera marcha contra el machismo y la sociedad patriarcal en Uruguay.
Es sabido que los hombres viven menos años que las mujeres en la mayoría de los países del mundo, y los hombres chilenos no son la excepción. Estos tienen en la actualidad una esperanza de vida de 76 años, seis menos que las mujeres chilenas.
Hay diversos factores sociales y culturales que llevan a los hombres a conductas de riesgo para su salud e integridad. La brecha en la mortalidad por accidentes laborales según sexo es impactante: los hombres afectados por estos accidentes representan el 70% del total.Estos afectan más a los varones jóvenes y se dan con más frecuencia en las áreas de transporte, minería y construcción.
Las consecuencias de estos accidentes no solo repercuten en la calidad de vida de los hombres adultos, sino también en la de menores de edad, ancianos y mujeres; de los cuales son padres, hermanos, parejas y/o hijos.
Además los hombres son más propensos a generar situaciones de violencia que afectan a mujeres y niñas/os, a otros hombres y a sí mismos.
Según el estudio Situación Actual del Suicidio Adolescente en Chile, con Perspectiva de Género (Minsal, 2013) la tasa de suicidio de los hombres triplica a la de las mujeres.
Por su parte, la violencia de género tiene una expresión dramática en Chile y así lo indican las cifras. Una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física por parte de una pareja o ex pareja. De acuerdo a lo que reporta SERNAM, a esta altura del año ya han muerto 33 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. Los hombres que cometen violencia de género pertenecen a una sociedad patriarcal donde la vida de las mujeres parece no ser tan valiosa.
Por todo lo anterior, pensar en prevención en salud de los hombres desde la perspectiva de equidad de género, supera ampliamente la misión de un ministerio de salud: necesariamente requiere de cambios en todas las esferas incluyendo la cultural.
Modificar los determinantes sociales de la salud requerirá políticas intersectoriales, con participación ciudadana y comunitaria, y apostar fuertemente por la promoción de salud así como la prevención en todos los niveles.
Tres países han sido visionarios y han planteado frontalmente este desafío: Australia, Nueva Zelanda y Brasil. En agosto de 2009 el Ministerio de Salud de Brasil lanzó la Política Nacional de Atención Integral de Salud de Hombres. Esta acción tuvo por objetivo facilitar y ampliar el acceso de población masculina a los servicios de salud. Además de crear los mecanismos para mejorar la asistencia ofrecida a esa población, la meta de este plan es promover un cambio cultural.
En Chile han existido intercambios desde hace algunos años para conocer la política de salud de los hombres en Brasil, sin embargo, no se han concretado en objetivos y acciones concretas.
Es imprescindible que pronto comencemos la tarea de educar a nuestros niños para ser solidarios y para demostrar sus capacidades intelectuales, afectivas y físicas para vivir en comunidad. La virilidad no puede continuar siendo un arma contra otros y otras y contra sí mismos. Es en este sentido que el machismo y el neoliberalismo se han potenciado: vale más el que tiene más y la ley del más fuerte.
Es imprescindible un cambio de rumbo, para que la dominación de unos pocos hombres sobre la mayoría de los hombres y de muchos hombres contra muchas mujeres y niños deje de ser la regla.
Los servicios de salud también debiesen modificar sus prácticas: incluir a los varones en los programas comunitarios y de salud familiar con un componente preventivo es fundamental. Y una vez más decimos: no es un tema meramente técnico, es un tema político con toda la riqueza del término.
Queda claro que los programas aislados de prevención no logran las metas deseadas, basta revisar las cifras en salud.
Porque, en definitiva, lo que está “enfermo” es el modelo de masculinidad hegemónico. Promover su cambio, requiere de una política pública integrada que aborde con eficacia y eficiencia la violencia de los hombres, la falta de autocuidado, los factores comportamentales que les conducen a situaciones de riesgo, y la salud física y mental en los hombres.
Es hora de avanzar e innovar en propuestas de salud en el marco del gobierno de la Nueva Mayoría, para generar cambios auténticos y sostenibles.