Este 12 de octubre se cumple un nuevo aniversario de la Falange Nacional, origen y núcleo central de lo que luego se transformaría en el Partido Demócrataristiano.
Este aniversario a decir verdad, no encuentra a la DC en el mejor de sus momentos, por el contrario, quizás cómo hace mucho tiempo no pasaba, han resurgido dos almas en la DC que se pueden ver con claridad al momento de plantearse y tomar posición respecto a las reformas que lleva adelante el gobierno de Bachelet y que son parte de su programa de gobierno y sus promesas de campaña y que la DC firmó al integrar la actual coalición de gobierno.
Si ya en la reforma tributaria se expresaron esas dos almas y provocaron alguna discusión entre senadores y diputados sin que ambos bloques se puedan citar como monolíticos, en la reforma educacional, se han acentuado las diferencias con el agregado de un pequeño pero influyente grupo de outsiders que han preferido cobijarse en Fuerza Pública, sin dejar su pertenencia a la DC.
Tiene razón Gutenberg Martínez, cuando pide un esfuerzo por avanzar en el terreno de las ideas y los contenidos para potenciar y aunar posiciones para una DC fuerte, que pueda ser alternativa de poder. También tiene razón cuando ve el peligro de lo que él llama el “retro progresismo” aludiendo a una excesiva valoración y búsqueda de soluciones en lo que fueron las políticas de los 60. Todo eso es correcto.
Sin embargo, el peligro no sólo es el retro progresismo, como lo indican la discusión y toma de posiciones respecto a los temas más relevantes del último tiempo, igualmente peligroso resulta en la DC de hoy, el neo comunitarismo: excesiva valoración de lo realizado a partir del regreso a la democracia postergando cambios relevantes para construir una sociedad basada en la cooperación y no en la competencia, en la solidaridad tanto como en el mercado, en la templanza más que en el lucro.
Para el mercado existe desde siempre en la DC un rol importante como asignador de recursos e instrumento que facilita el emprendimiento en libertad, pero desde esos mismos tiempos, los DC hemos buscado construir una economía humana en la cual, no todas las actividades económicas pueden ser dejadas al mercado y no basta con la regulación por más eficaz que pueda ser el Estado, para proteger el bien común, por sobre el bienestar individual.
El hombre humanista no se agota en su acepción de homo economicus, el mall no es la plaza de los pobres y como nos enseñan sociedades con mayor desarrollo, no se pone en peligro el bienestar general porque los domingos no se pueda salir “de compras”.
Estos son temas muy medulares para la democracia cristiana, la persistencia indefinida de posiciones divergentes, confunde y divide, la solución está en revisar una y otra vez nuestras fuentes, adaptarlas y recrearlas construyendo una criatura renovada y no una nueva y distinta.