Hoy es un día triste. Un día reservado a la memoria de nuestra patria. Tristeza y dolor fue lo que vivimos el 11 de septiembre de 1973, cuando supimos que la voluntad del Presidente Salvador Allende de construir un socialismo en democracia, libertad y justicia social, quedaba truncada por la traición de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, cuyos mandos ordenaron el bombardeo al Palacio de La Moneda.
No tenemos una interpretación común sobre lo que llevó al quiebre de nuestra democracia y puede que no la tengamos jamás. Hay voces que están de acuerdo con el derrocamiento de un gobierno constitucional, por armas y fuego, acompañado de la prisión, las torturas, el exilio, las desapariciones y las muertes.
Olvidan que aún hoy hay detenidos desparecidos, juicios en proceso, y obstrucción para avanzar en una legislación para en la justicia que tanto gente esperamos.
Al no revisar la Justicia Militar, ni la Ley de Amnistía, los derechos humanos siguen siendo una asignatura pendiente, y que no podremos aprobar hasta que no hayamos resuelto el último crimen perpetrado por la dictadura militar.
El golpe militar en Chile fue una noticia mundial. La figura política de Salvador Allende ha alcanzado una estatura universal como demócrata, a lo largo de todos estos años, y es uno de los referentes políticos y éticos más importantes del socialismo, en todos los continentes.
Su proyecto de cambios fue visionario, y su voz aún resuena en las nuevas generaciones, porque la búsqueda de igualdad y justicia social sigue pendiente en muchos lugares de nuestro país. Por eso, su mensaje político y su consecuencia de vida perviven hoy entre nosotros, y son los jóvenes quienes lo han relevado como una de las pocas figuras políticas que reconocen y destacan.
A 41 años del golpe de Estado -después de cuatro años en que no se hizo ningún reconocimiento en la sede de gobierno- nadie hubiese imaginado que Chile sería gobernado por una mujer y que el Senado sería presidido por otra mujer, ambas del mismo partido al que perteneció toda su vida Salvador Allende.
Nuestro país vive un proceso social y político de la mayor trascendencia para el presente y el futuro de todas y todos los chilenos. Las reformas propuestas planteadas por la Presidenta Bachelet dan cuenta de los importantes cambios que ella está impulsando y que como Presidenta del Senado, estoy apoyando decididamente.
Estoy cierta que mi padre compartiría plenamente estos planteamientos en pos de profundizar la democracia, promover una efectiva igualdad y avanzar en justicia social.Salvador Allende creyó en la democracia, contribuyó a perfeccionarla y no dudó en luchar por ella cuando fue necesario, y entregó su vida por defenderla.
Su muerte en La Moneda no fue en vano, sino que se constituyó en el símbolo de un hombre que es capaz del sacrificio personal en la defensa de sus ideales, de lo cual nos enorgullecemos profundamente.
Hoy puedo repetir sus palabras en forma lúcida y serena: “Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente”. Esa semilla no fue sesgada y las nuevas generaciones son prueba de ello.