Una vez más se ha generado polémica por la designación del Premio Nacional de Artes Musicales.
Argumentos van y vienen acerca de quién es más que otros a la hora de entregar el Premio y muchos más a la hora de conocer al galardonado.
Lo cierto es que el Premio creado en la década del `40 con un Chile que se escribía de una manera muy distinta a la actual, ha mantenido ciertas directrices a mi parecer acertadas, pero totalmente alejado de los cambios en la Institucionalidad Cultural creada en los últimos años.
Sin entrar a juzgar a los galardonados, sobre lo cual hay mucho que conversar en favor y en contra en algunos casos, lo cierto es que existiendo desde más de una década una institución estatal a cargo de los asuntos musicales, el Premio sigue estando a cargo del ministerio de Educación. Sobre esto muchas voces, entre ellos el suscrito, hemos argumentado sobre la necesidad de trasladar el Premio Nacional de Artes Musicales al CNCA en su repartición disciplinaria.
Siendo integrante del Consejo de la Música, propuse a los ministros Cruz Coke y Ampuero revisar el tema y proponer al ejecutivo el traspaso respectivo.Lamentablemente no fue un tema que encontrara mayor interés en los titulares de la cartera.
Pues bien, ahora encontramos en las redes sociales cantidades de reclamos, la mayoría de ellos emocionales y a favor de algunos candidatos no galardonados. Pues lo cierto es que el Premio acertado o no, se dirime por personeros actualmente poco entendidos y por lo mismo poco adecuados, por lo que los reclamos encuentran asidero en la opinión
pública.
Dudo que a excepción de la representante de la Sociedad Nacional de Bellas Artes (una pianista de reconocida trayectoria) y el galardonado anterior (un Director de Orquesta de renombre internacional), los otros integrantes de la comisión conozcan siquiera los nombres de algunos de los postulados.Y en este año, el del galardonado de turno, el compositor León Schidlwosky, que dicho sea de paso, estoy totalmente de acuerdo con la designación.
Es menester cambiar la legislación, cambiar la conformación del Jurado y cambiar tal vez los mecanismos de postulación.
A la vez suscribo las palabras de Juan Pablo González, reconocido Musicólogo a la hora de referirse al tema, quién argumenta que el Premio es esencialmente un reconocimiento a quienes otorgan la materia prima de la Música, es decir, qué tocar, en los ámbitos de la más postergada de las profesiones, cual es la de Compositor de Música “Clásica”.
Con el cariño y respeto que tengo por los intérpretes, ellos interpretan las músicas compuestas por alguien. Ese alguien suele no ser reconocido en ninguna tribuna y este Premio es un mínimo reconocimiento a su quehacer.
Al mismo tiempo, los compositores de música de tradición escrita (llámese clásica, docta, de Arte, etc.), no tienen otros medios de reconocimiento –o de ingresos- como sí lo tienen los compositores de la música popular, más cercanos a los medios y por lo tanto a los derechos autorales y otros galardones ya implementados por instituciones y el mismo Estado.
Estando de acuerdo con el Premio entregado este año, sostengo el cambio en la legislación con la discusión correspondiente en asuntos legales –y a cargo de los especialistas por cierto- de manera de generar mayor consenso al menos en la conformación del Jurado, pues a pesar de a veces acertar en el galardón, el Jurado no es conocedor en su mayoría del medio, la trayectoria de los postulantes, las características que se deben considerar y un largo etcétera.
Finalmente, mis parabienes a León Schidlwosky, compositor reconocido internacionalmente y portador de un lenguaje musical propio y que ha aportado al repertorio musical una cantidad de obras que la historia sabrá reconocer como uno de los más importantes compositores chilenos.