Finalmente conocemos los nombres de los rectores de las dos más importantes universidades públicas del país para sus próximos años de gobierno. Ya había sido electo Ennio Vivaldi por la Universidad de Chile y recién lo ha sido Juan Manuel Zolezzi por la Universidad de Santiago de Chile.
La agenda de ambos rectores estará marcada por la encrucijada en la que se encuentra la educación pública desde sus niveles más básicos escolares hasta los superiores de educación universitaria.
El diagnóstico es compartido respecto a la transversalidad del deterioro del que se ha visto afectada la educación pública en nuestro país desde que las políticas de corte neoliberal, promovidas por la dictadura y tibiamente reguladas desde el retorno de la democracia, han sido el vademecum que ha organizado la totalidad del sistema educativo chileno.
Solo una noción estrecha –e interesada- entiende que las nociones neoliberales podrían tener que ver exclusivamente con cuestiones de corte administrativas o financieras, del modo en cómo se organiza el sistema educacional chileno en su conjunto. Y en consecuencia, sería ese mismo reduccionismo interesado el que nos podría hacer caer en el espejismo de que la solución para la educación pública, tan esperada por una ciudadanía que se moviliza cada vez más por la calidad y el derecho a una educación justa, es sólo también de esa misma doble índole.
No obstante se sabe que el problema que representa el neoliberalismo –local y global- para nuestra educación pública es mucho más profundo y grave. En esto hay que ser claros.
Por cierto que está presente, esta concepción mercantilista neoliberal, en la lógica de competitividad a la que se les obliga a las instituciones públicas para obtener recursos, y por ello, los rectores de las universidades públicas aparecen ante la ciudadanía tan preocupados por la obtención de un financiamiento basal que promueva, garantice y relance sus instituciones de cara a los desafíos sociales del país.
Sin embargo, hace tiempo se comprende desde las universidades del Estado que, el diagnóstico de lo que debiera ser la columna vertebral de la educación pública, es mucho más complejo y multidimensional.
Todas las áreas del saber son sensibles y relevantes para la agenda que enfrentarán estos rectores.Sin embargo, las más preocupantes serán las vinculadas al desarrollo social, en especial, respecto al aporte que se espera de estas universidades en salud y educación.
En lo que se refiere a educación, lo más importante será promover con una renovada convicción política, las formación de profesoras y profesores de calidad para el sistema público de educación escolar.
Urge el desarrollo de una mirada global, unificada y comprensiva de lo que significa la formación inicial docente desde las universidades del Estado, que incida decididamente en la consecución de un acuerdo nacional, fundamentalmente de corte político económico, que coloque al profesorado en la cúspide del status profesional que el movimiento social por la educación y la ciudadanía en su totalidad, demanda al país.
Se trata, por cierto, de una tarea histórica para estos dos rectores, pero más aún, para quienes nos gobiernan y tienen el deber de hacerse responsables en la construcción de un nuevo profesorado para Chile.